La última edición de Molecular Cell además destacó la historia detrás de cada uno de ellos.
PhD en Ciencias Biomédicas y Bioquímica de la U. de Chile identificaron una proteína que abre la puerta a terapias para enfermedades como alzhéimer, párkinson, cáncer y fibrosis.
Para Denisse Sepúlveda, la motivación para convertirse en científica vino de los experimentos que hizo con gusanos en un taller de ciencias cuando estudiaba en el Colegio Bautista de Concepción. A Diego Rojas lo inspiró haber visto cuando chico la película «El curandero de la Selva» (1992), sobre un científico que buscaba una cura para el cáncer. Y el entusiasmo de Diego Rodríguez despertó tras observar el trabajo que se hacía en los laboratorios de investigación durante un breve paso por la carrera de Biología Marina.
Tras estudiar Bioingeniería en la U. de Concepción y Química y Farmacia y Bioquímica en la U de Chile, respectivamente, los tres jóvenes científicos entraron a hacer su doctorado en el laboratorio del doctor Claudio Hetz, director alterno del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica (BNI).
Ahí los tres trabajaron en forma consecutiva en un estudio que tomó seis años, durante los cuales generaron alianzas con eminentes científicos en Alemania, Canadá, Japón, EE.UU. y Francia; analizaron modelos in vitro y organismos vivos e hicieron pasantías doctorales en laboratorios de Kioto, Burdeos, Seattle y Harvard, trabajando con tecnologías de punta y variadas metodologías.
Engañar al sistema
Como resultado, identificaron una función hasta ahora desconocida de una proteína llamada Hsp47.
«Lo que logramos fue entender que ciertos sensores moleculares que detectan que la célula está estresada le dicen ‘tienes un daño, repáralo’ o ‘suicídate’. Y encontramos que este factor Hsp47 -que hasta ahora era conocido por su capacidad de producir colágeno, la proteína más abundante en la célula- es esencial para orquestar los programas de reparación de las células», explica Hetz.
Si bien aclara que aún falta mucho por investigar, desde Bélgica Diego Rojas -quien hoy hace un posdoctorado en la U. de Ghent- señala que «uno podría proponer (o soñar) con que Hsp47 podría tener un papel importante en enfermedades relacionas con proteínas mal plegadas, como alzhéimer, párkinson, cáncer o diabetes, y de esta manera establecerse como un blanco terapéutico para su tratamiento».
Para eso, se podrían «desarrollar terapias para múltiples enfermedades ‘engañando al sistema’ para mantenerlo sano», añade Hetz.
De esta manera, sería posible prender o apagar a voluntad los sensores moleculares, de manera que las células reciban la orden de repararse para estar saludables por más tiempo -por ejemplo, en el párkinson o alzhéimer- o inducir su autoeliminación, en enfermedades como el cáncer. El descubrimiento también abre la puerta a nuevas terapias para la fibrosis, patología debida al exceso de colágeno y que afecta a órganos como hígado, riñón, corazón o pulmones.
Osos y organelos
El estudio, financiado principalmente por Fondecyt, Fondap, Iniciativa Científica Milenio y Comisión Europea, fue enviado a la revista Molecular Cell, una de las de mayor impacto en su tipo. «En diciembre supimos que el artículo había ganando la portada de la edición de enero», dice con orgullo Denisse Sepúlveda.
Lo atribuye a «la calidad de la investigación y al foco de lo que estudiamos, que está muy vigente y que era el tema de la edición especial sobre control de calidad de proteínas», publicada el pasado 18 de enero.
Hetz agrega que los revisores del estudio destacaron la forma de trabajo, caracterizada por el intercambio de conocimiento y trabajo con investigadores de primer nivel.
Sepúlveda, por ejemplo, hizo una pasantía de cuatro meses en el laboratorio de «senséi» Kazuhiro Nagata -un renombrado científico japonés descubridor de Hsp47 y además poeta del emperador-. «Eso es parte del sello de extrema colaboración del laboratorio de Hetz», señala.
La portada fue diseñada por el biólogo e ilustrador científico chileno Felipe Serrano, quien hizo una analogía del sensor con una mamá osa polar y dos cachorros que representan las proteínas reguladoras. Los tres están sobre un iceberg con la forma del retículo endoplasmático, la fábrica de proteínas de la célula y donde ocurre todo el fenómeno identificado.
«Los editores estaban felices con el artículo y la ilustración y decidieron hacer un perfil de los tres investigadores», dice Hetz. En su sección Meet the Author (Conozca al Autor http://bit.ly/2n5xY82), los tres entregaron detalles de sus orígenes académicos, hobbies, aspiraciones y carreras.
«Lo bonito es que tenemos a estudiantes de la U. de Chile viajando a los mejores laboratorios del mundo y que terminan en portada de una revista top a nivel mundial. Más allá del descubrimiento, esto es generar escuela y romper barreras».
CLAUDIO HETZ
Director alterno BNI
Por Paula Leighton N.
Fuente: El Mercurio.
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