Enemigo invisible
El bioquímico Bernardo Collao (UNAB), su colega Juan Pablo Monrás (USACH) y el ingeniero comercial Matías Henríquez (UAI) tenían una idea: encontrar un problema de escala mundial que no tuviera una solución eficaz. Entonces dieron con las dioxinas.
Altamente tóxicos, estos compuestos pueden estar presentes en carnes, lácteos o productos del mar. A largo plazo, su consumo puede causar diferentes tipos de cáncer, lesiones de la piel y fallas en los sistemas inmunitario, nervioso central, endocrino y reproductor.
Pese a ser uno de los compuestos más dañinos para el ser humano, aún no existe mucha información clara sobre las dioxinas. Se sabe que llegan al medio ambiente a partir de la combustión derivada de actividades industriales, erupciones volcánicas y quemas de bosques. Cuando se las logra detectar, todos los productos que podrían estar contaminados deben ser destruidos.
Otro tremendo problema que plantean las dioxinas es que no se pueden observar a simple vista y generalmente no causan efectos inmediatos tras su ingesta. Así nace la idea de estos tres profesionales chilenos: desarrollar un biosensor portátil, para que cualquier persona pueda medir la presencia de este contaminante en los alimentos de forma rápida y eficaz.
Método simple
Collao cuenta que los actuales sistemas de detección de dioxinas son costosos, lentos, complejos y sólo enfocados para el uso de expertos. Su sensor -llamado 3B (Bacterial Based Biosensor)- promete cambiar esa lógica: “Integramos biotecnología que nos ha permitido producir un sensor portátil que mide trazas de dioxinas. La idea es que personas sin entrenamiento puedan analizar muestras de suelo, agua o alimentos para detectarlas”.
3B funciona en dos pasos:
1) Extracción de muestras: se muele un trozo de carne o pescado para agregar un solvente que forma una mezcla de muestra; lácteos y huevos se combinan directamente con la solución acuosa (tiempo estimado: 30 minutos).
2) Análisis: la muestra se incuba para obtener sus niveles de dioxinas, comparándolos con parámetros fijos para determinar niveles de contaminación (tiempo estimado: 90 minutos). “La gracia es que el biosensor demora solo 2 horas en realizar un análisis, 1,6% del tiempo que tardan los estudios de laboratorio, cuyos resultados tardan entre 5 y 12 días”, destaca Collao.
Salto al mercado
Hay grandes expectativas respecto a este avance. Sus creadores tienen el respaldo del Programa Ciudadano Global, $20 millones de Start-Up Chile y hace unos días obtuvieron un Capital Semilla de Corfo por $25 millones. En junio fueron los únicos representantes chilenos en la feria tecnológica “Hello Tomorrow Challenge” en Francia y hoy están bajo el alero de Chrysalis, incubadora de negocios de la PUCV, con quienes proyectan levantar capital por $260 millones para salir al mercado.
“Estamos trabajando en un prototipo que esperamos validar en terreno el primer semestre del 2016. Para salir al mercado necesitamos fondos para patentes, validación y certificación, pero eso no está muy lejos”, afirma Henríquez. “Tenemos contactos en Holanda y Francia para certificarlo en el extranjero. Esta plataforma tecnológica nos permitirá a corto plazo detectar antibióticos, metales pesados y otros compuestos tóxicos”, anticipa Monrás.
Expertos lo evalúan
El médico veterinario de la U. Mayor, Julio Norambuena, opina que el gran plus de 3B es la rapidez con la que promete detectar el contenido de dioxina. “Es una novedad que será clave en la toma de decisiones al momento de exportar productos”, evalúa.
“Esta tecnología podría convertir a Chile en referente mundial en la detección precisa y oportuna de este contaminante en nuestros alimentos. Aportará a la regulación en torno a la dioxina en nuestro país, que es acorde a los estándares de la Unión Europea y bastante exigente”, acota Pedro Guerrero, gerente técnico de la Asociación de Productores de Cerdos y Aves.
Por Javier de la Rivera
Fuente: www.lun.com
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