Un dispositivo que envía estímulos eléctricos desde la médula espinal hacia el cerebro logró reducir sus temblores y, sobre todo, mejorar su marcha.
De buen ánimo y con ganas de volver a trotar y subir cerros. Así se encuentra Miguel Bueno, de 71 años, el primer chileno en someterse a una promisoria terapia que por medio de estímulos eléctricos en la médula espinal busca corregir algunos de los trastornos asociados al mal de Parkinson.
Hasta ahora, la técnica -propuesta en 2009 por el científico chileno Rómulo Fuentes en la revista Science- había sido probada con buenos resultados en 33 pacientes en EE.UU., Francia, Inglaterra, Italia y Brasil. Esta vez, un equipo de la Clínica Las Condes, encabezado por el neurocirujano David Aguirre, la llevó a cabo por primera vez en el país. Y el beneficiado fue don Miguel.
Hace trece años le fue diagnosticada la enfermedad, y desde entonces, problemas en su marcha comenzaron a dificultar de forma progresiva su calidad de vida, a la par con temblores y problemas al hablar. El tratamiento farmacológico no ayudaba.
«A partir de los casos ya publicados, sabemos que la estimulación medular sirve sobre todo para algunos síntomas, como la marcha. Aun cuando el paciente igual requerirá de fármacos, lo que se aspira con esta terapia es a eliminarlos y mejorar su movilidad», explica el doctor Aguirre.
Eso se logra gracias a la estimulación eléctrica de la médula espinal, que activa las fibras nerviosas que llevan información al cerebro. «En los pacientes con párkinson, el patrón de oscilaciones rítmicas a nivel cerebral está alterado. Con este estímulo a alta frecuencia se desincroniza y restablece el ritmo lo más cercano a lo normal. Esto es lo que, creemos, permite la mejoría en los síntomas», explica Rómulo Fuentes, investigador de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
Fuentes, junto al doctor brasileño Miguel Nicolelis, de la U. de Duke, realizaron los primeros estudios de esta terapia en ratones.
A través de una cirugía se implantan electrodos entre la médula espinal y el hueso (a la altura de las vértebras torácicas). «Estos se conectan mediante un cable que va por debajo de la piel a un generador de pulsos que queda en la zona glútea, lumbar o abdominal», precisa el doctor Aguirre. El dispositivo, que se importa, cuesta unos 19 millones de pesos.
Volver al gimnasio
Miguel Bueno fue sometido a este procedimiento, que dura alrededor de dos horas, hace tres semanas. Y hace siete días se activó el sensor. «Respondió muy bien. Vimos cambios en su marcha desde la primera sesión; ahora hay que continuar con la rehabilitación, ya que implica que aprenda a caminar de nuevo».
El cambio tiene a Bueno muy optimista. «Estoy volviendo al gimnasio; a pesar de la enfermedad, nunca dejé de entrenar; es una forma de vida. Además, hago tiro al blanco, y he logrado dominarlo. Aún no puedo subir cerros como antes y tengo nostalgia de estar arriba… he pensado hasta ir en helicóptero», dice, en broma.
El seguimiento en otros países muestra que a los seis meses los pacientes continúan con buenos resultados. Este jueves, otro chileno será sometido a la misma intervención en la Clínica Las Condes. «Esto viene a cubrir un área de la neurología funcional que no estaba cubierta -dice Aguirre-; es un complemento dentro de las herramientas terapéuticas contra el párkinson».
Por C. G.
Fuente: El Mercurio.
¿Quieres dejar un comentario?