Respuestas, eso es lo que trata de encontrar día a día la investigadora Paola Llanos en su laboratorio ubicado en la Universidad de Chile. Y es que si esas respuestas llegan, funcionan y logran ser aplicadas en humanos, podrían cambiar la calidad de vida de miles de personas, no sólo en Chile sino que en el mundo.
Hace dos meses atrás, cuando el diario Las Últimas Noticias publicó la nota “Chilena descubre compuesto que reduce resistencia a la insulina” el nombre de esta científica saltó a la palestra. El artículo se difundió de tal forma que acabó siendo el séptimo más leído del día, desplazando al fútbol y la farándula a escalafones menos importantes.
Cuando Paola recuerda este episodio su cara se ilumina y suelta una sonrisa de felicidad. Y es que destacar en Chile por noticias ligadas a la ciencia no es tarea fácil y cuando ese titular es producto del trabajo de años, el orgullo es aún más grande.
En el año 2010, cuando comenzó su postdoctorado en la Facultad de Medicina de la U. de Chile con el Dr. Enrique Jaimovich y se aproximó a esta temática, venía con una serie de conocimientos adquiridos en su trayectoria académica que sabía que, de alguna manera, tenía que encontrar la forma de aunarlos en una investigación específica.
Anteriormente, mientras cursaba el Doctorado en Ciencias Biomédicas en la misma casa de estudios, trabajó directamente con la Dra. Cecilia Hidalgo, quien, según sus propias palabras “le abrió un mundo alucinante”. Allí colaboró en una investigación de la académica relacionada con el sistema músculo esquelético y modificaciones redox del receptor de ryanodina.
Luego de eso tuvo que hacer su unidad de investigación y en conversacion con la Dra. Hidalgo, ésta le señaló que había llegado un académico estadounidense a Chile, David Mears, que trabajaba específicamente con páncreas, y que quizás era una buena idea que ella hiciera la tesis conjuntamente con él y mirara qué pasa con el papel del receptor de ryanodina en la secreción de insulina en este órgano.
Y así fue. Se dedicó a estudiar el páncreas, a aprender de este nuevo tema, pero en mitad de la tesis David Mears recibió una oferta muy buena desde Estados Unidos y se devolvió para allá. Paola se quedó con un director de tesis a distancia y sola en el laboratorio, por lo que decidió volver bajo el alero de la Dra. Hidalgo para terminar con éxito su proyecto y este ciclo académico.
Durante su postdoctorado, entró al laboratorio de Enrique Jaimovich y decidió aunar en una sola línea lo que había explorado: el sistema músculo esquelético, insulina y colesterol. Las preguntas que le surgían en ese momento eran: ¿cuál es la importancia del colesterol aquí? ¿Será que la gente con resistencia a la insulina aumenta el nivel de colesterol en la membrana y eso promueve que haya un déficit en el transporte? ¿Y por qué en el músculo? Desde ese instante, todas sus observaciones buscaban esas respuestas.
Las células del músculo esquelético de un diabético tienen más colesterol que las células de una persona sana; la Dra. Llanos descubrió, haciendo estudios en animales, que si se remueve el exceso de colesterol de dichas células, estas son capaces de absorber una cantidad importante de glucosa de la sangre, mejorando así considerablemente la glicemia
“Trabajé in vivo e in vitro, tomábamos músculos, aislábamos células musculares y hacíamos las primeras aproximaciones, de ver qué pasaba cuando bajábamos el colesterol y cuando restaurábamos los niveles de colesterol en la célula, ver si ésta tenía cambios en el transporte de glucosa” señala Llanos.
Resultó entonces que, efectivamente, al haber resistencia a la insulina existe un aumento en el nivel de colesterol en la membrana y eso promueve el déficit en el transporte. Sumado a ello, el músculo pierde la sensibilidad a la insulina (al comer, entre el 70% y 80% de la glucosa postprandial es bajada por el músculo esquelético) y el páncreas termina con una sobredemanda de insulina que, finalmente, no puede secretar.
Otro de los resultados de su investigación fue ver que el Metil Beta Cyclodextrina, polímero que retira la molécula del colesterol de la membrana y que es usado para otras patologías, es capaz de tener efecto cuando se trataba de resistencia a la insulina. “Nosotros habíamos visto in vitro que las células que venían de animales que tenían resistencia a la insulina tenían aumento de colesterol en la membrana y cuando se lo sacábamos se transformaban en normales. Incluso en aquellos que eran normales, si tú les sacabas un poquito de colesterol también mejoraban la glicemia”, asevera.
La Dra. Llanos y su equipo proponen que el manejo adecuado de los niveles de colesterol de un diabético podría servir como un mecanismo indirecto de control glicémico para quienes sufren de diabetes.
Durante esos años comenzó también a colaborar con el investigador Ariel Contreras, quien también estaba realizando su postdoctorado, pero en señalización de insulina y calcio en el músculo esquelético y el estriado. De ahí en adelante, comenzaron a publicar papers y trabajar en red, se transformaron en compañeros y han mirado la insulina desde distintos ángulos.
“No tenemos pensado aún hacer estudios clínicos ahora a nivel humanos porque tenemos que mejorar los estudios a nivel de animales y seguir mejorando las dosis hasta ver cuál es la mejor. Esto va a llevar años, sin embargo, los hallazgos son prometedores”, asegura la científica.
De la Pedagogía al Laboratorio
“Yo salí del colegio y entré a estudiar pedagogía porque realmente quería ser profesora de biología” rememora Paola Llanos. Ingresó a la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE) y al terminar la carrera tuvo que elegir entre hacer una tesis científica o un seminario más pedagógico. “Ahí dije: bueno, si voy a ser profesora de biología, de alguna manera me tengo que incorporar a la ciencia y ver cómo se hace ciencia hoy día. En ese momento, decidí hacer una tesis y llegué a la Universidad de Chile”, señala.
En ese momento se maravilló con la investigación, pero no quería que su foco se alejara de la pedagogía y por eso decidió irse a hacer clases a un colegio. Su profesora de tesis, Dra. Gloria Riquelme, le dio el consejo de tomar sólo 22 horas y el resto del tiempo continuar el trabajo con ella. Un año después, estaba de vuelta a tiempo completo en el laboratorio. “A mí me habían educado para enseñar biología, pero no para hacerla y yo creo que esa mentalidad el país debe cambiarla”, reflexiona.
Luego entró al doctorado, postdoctorado y comenzó su carrera académica en la Facultad de Odontología de la misma universidad. Reconoce que la gran mentora que ha tenido a lo largo de todos estos años es, sin lugar a dudas, la Dra. Cecilia Hidalgo, “ella me enseñó algo más allá de la ciencia y eso es la rigurosidad científica y la pasión por realizarla”.
A pesar de haber dejado los colegios de lado, la investigación logró llenar su alma y su vida. “La ciencia es un trabajo en que uno está constantemente armando y desarmando, con muy buenos días y muy malos días. Aquí tú tienes que avanzar porque es tú carrera, no la de tus mentores, ellos ya tienen la suya y por eso es importante lo que uno va aprendiendo de ellos. Este camino yo lo haría mil veces más y no le cambiaría nada porque marcan mi propio sello”, finaliza.
Por Catalina Valencia Antillanca
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