El investigador y co-Director del Instituto de neurociencia Biomédica de la Universidad de Chile, elegido por la revista Qué Pasa y LatinAmericanScience.org como uno de los 30 científicos latinoamericanos más influyente, es un apasionado por lo que hace. Piensa, respira y sueña sobre ciencia porque, según señala, ve la posibilidad de hacer cosas trascendentales en Chile, a pesar de los obstáculos.
La decoración moderna y el espacio iluminado distinguen el laboratorio del Dr. Claudio Hetz dentro de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. Las paredes añosas que caracterizan a esta casa de estudios parecen quedar en el olvido una vez que se ingresa al Laboratorio de Estrés Celular y Biomedicina que él dirige. Uno de sus objetivos es que su equipo cuente con un espacio de primer nivel que les permita desarrollar investigaciones de alto impacto. “Lo que me da más alegría es que los estudiantes aquí en este laboratorio se creen el cuento de que están haciendo algo muy importante», señala.
Y no es para menos, en este recinto se están realizando estudios para entender las bases moleculares del estrés de los organelos y su relación con condiciones patológicas que afectan el sistema nervioso. Al mismo tiempo, están desarrollando terapias prototípicas para prevenir el daño provocado por esto.
Si bien llegar a este nivel de investigación le ha permitido al Dr. Hetz la publicación de innumerables papers, así como una serie de reconocimientos a nivel internacional que lo han erigido como un líder de opinión, lo que más le satisface es tener la posibilidad de trabajar y generar conocimiento en la temática que más le apasiona: la apoptosis, es decir, entender cómo las células controlan su propia destrucción, sobre todo desde el punto de vista evolutivo.
El científico -que dentro de sus anécdotas cuenta el haber sido el primer titulado en Ingeniería en Biotecnología Molecular de la Universidad de Chile- ha dedicado casi toda su vida al estudio de la apoptosis. Según cuenta, mientras realizaba sus estudios de pregrado junto a Rosalba lagos conoció al Dr. Felipe Barros, quien lo sumergió y maravilló con este tema. “Hacíamos experimentos todos los viernes en la tarde, incluso a veces hasta las 9 de la noche, algo que para mí sería imposible de hacer hoy en día con familia propia” rememora.
Luego de titularse vino el estudio doctoral y un paso por Suiza. En el país europeo conoció al cientifico chileno Claudio Soto, quien lo invitó a desarrollar la tesis doctoral junto a él en el instituto biotecnológico Serono. Junto a Soto publicaron un paper en donde lograron demostrar, a través de un experimento revolucionario, la hipótesis del prion. Esa publicación, además de otros estudios importantes que realizó en el laboratorio suizo tienen cientos de citas, le permitieron trasladarse a la Universidad de Harvard y realizar el postdoctorado junto al padre de la apoptosis: el Dr. Stanley Korsmeyer.
Junto a Korsmeyer hicieron descubrimientos importantes, lograron publicar en la revista Science en 2006 que las proteínas de la apoptosis regulan la respuesta de estrés en el plegamiento de proteína, una función nueva en estas proteínas. Tal impacto tuvo su descubrimiento que hoy en día existe una línea de estudio enfocada sólo en esta temática.
Luego de la muerte de Korsmeyer producto de cáncer, Claudio Hetz realizó un segundo post doctorado con Dra. Laurie Glimcher del Departamento de Salud Pública en Harvard. Ella había descubierto uno de los factores claves en la respuesta a estrés estrés del plegamiento de proteínas, pero desde el mundo de la inmunología. El científico chileno le propuso abrir una línea de investigación de este factor, pero en el cerebro.
Lo hicieron, consiguieron financiamiento y desde ahí en adelante han estado generando conocimiento. Han logrado definir el impacto específico del estrés en el plegamiento de proteínas en diversas enfermedades como el Huntington, ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica), entre otras. Han contribuido en la investigación de diversas enfermedades y eso los ha posicionado fuertemente.
Volver a Chile
A pesar de que tuvo buenas ofertas para continuar trabajando en el extranjero (en la Universidad Rockefeller, entre otras), las ganas de estar cerca de su entorno familiar lo hizo volver a Chile. «Te das cuenta que tu familia se va poniendo vieja». Al mismo tiempo, vislumbró la oportunidad de hacer cosas importantes en el país y tener una trascendencia en otro nivel.
Reconoce que el ambiente para desarrollar las ciencias en Chile es difícil. Existe poco apoyo a nivel gubernamental porque «al Estado lo que menos le importa a nivel de educación es la ciencia». Sin embargo, cree que el capital humano avanzado es tan bueno que ha permitido que se logren grandes cosas a pesar de los escasos recursos. “Nosotros hacemos magia con los recursos que tenemos. La cantidad de papers publicados en Chile demuestra que somos demasiado eficientes en el uso de éstos”, asegura.
Más de la mitad del financiamiento con el que funciona el Laboratorio de Estrés Celular y Biomedicina provienen del extranjero. “Hemos logrado atraer fondos de la Michael J. Fox Foundation, de la Alzheimer’s Association, de The Reeve Foundation, entre otros. De alguna forma se ha generado algo acá en Chile que a ellos les llama la atención» señala el Dr. Hetz.
Con todo el trabajo que él y su equipo están realizando, el futuro lo ve lleno de desafíos. Busca llevar el conocimiento más allá, es decir, a una etapa biotecnológica en donde se puedan crear aplicaciones terapéuticas. Su laboratorio ha generado una alianza con la empresa biotecnológica estadounidense Genzyme Corporation que le permitirá validar los conceptos con herramientas que se puedan aplicar a la clinica.
«También me interesa generar un impacto un poco más clínico porque estudios sobre nuestra población no hay muchos. Me interesa el tema de los biobancos, generar herramientas para después poder hacer estudios genéticos sobre la población con un impacto más local», finaliza.
Por Catalina Valencia Antillanca
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