Luego de haber realizado su postdoctorado en el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos (NIH), la Bioquímica Paola Pérez vuelve a Chile, a coordinar el equipo científico del CEMP.
La doctora Pérez siempre supo que quería ir a la universidad. Aun cuando fue la primera de su familia en buscar este objetivo, a punta de esfuerzo y amparándose en una generosa red de apoyo, logró un gran puntaje en la prueba de aptitud.
Fue en ese entonces cuando una profesora de su colegio le estaba leyendo un folleto con los perfiles que se ajustaban a las carreras profesionales y cuando llegaron a bioquímica dijo, “¡esa soy yo! Describen a alguien interesado en todos los ámbitos de la ciencia, que tenga capacidad lógica y le guste trabajar en el laboratorio. Entonces dije ya, eso es lo que voy a estudiar. Es la decisión más grande que he tomado en mi vida -después de tener una hija- y no me equivoqué en lo absoluto, no ha habido ningún momento en los años que he trabajado que no lo he pasado bien”. De esta forma, postuló a bioquímica en la Universidad de Chile.
Esa pasión que tiene Paola Pérez por el trabajo en el laboratorio y por su profesión se siente a los minutos de hablar con ella. Las malas pagas y horarios que son frecuentes en este trabajo, nunca le importaron. El reconocimiento tampoco ha sido lo suyo, “siempre fui del estilo de generar el dato y entregárselo a alguien, las peleas por la autoría nunca me interesaron tampoco”, cuenta. De hecho, su llegada a Estados Unidos, a uno de los centros más respetados de investigación a nivel mundial, fue una cuestión más bien azarosa.
Terminando su tesis de doctorado en biomedicina en la Universidad de Chile, donde trabajaba con la enfermedad autoinmune Síndrome de Sjögren, la Dra. Julieta González, su tutora, le comentó la opción de poder ir a EEUU (Bethesda, MD). Viajó por tres meses a hacer unos experimentos que le permitirían terminar con su doctorado y al poco tiempo el Dr. Bruce Baum, director del área de fisiología molecular y terapia del NIDCR, el investigador con el que estaba trabajando, le ofreció una posición postdoctoral que se iba a abrir en el NIH.
“Imagínate: estar haciendo un doctorado sin tener mucha claridad del futuro, porque uno entiende que termina el doctorado y tiene que postular a una carrera académica y ver para dónde va la vida, y de pronto alguien me dice: no, no tienes que preocuparte de nada, tú sólo termina tu doctorado y tienes trabajo en Estados Unidos. Terminé mi tesis e hice mi examen de grado en mayo en Chile, y estaba trabajando en Estados Unidos el 7 de junio del 2007”, recuerda.
En ese momento comenzó una aventura que duró diez años. Los primeros tres años trabajó en terapia génica, utilizando modelos de glándulas salivales para tratar una mutación puntual que afecta el funcionamiento pulmonar.
En el tercer año, del 2007 al 2010, el Dr. Baum le expresó sus ganas de jubilarse cuando terminara el estudio clínico que estaban realizando, por lo que Paola pensó en volver a Chile a estudiar o enseñar. “Volví en las vacaciones del 2010 y dejé algunas cosas andando en enero. En febrero fue el terremoto y mis papás perdieron su casa, entonces no me podía venir (…) Y de nuevo tomé una decisión en base a responsabilidades, alguien tenía que pagar el arriendo y si me quedaba en EEUU podía vivir y mandarles dinero para la casa”.
Así fue como llegó a trabajar con un investigador que venía recién llegando al NIH, el Dr. Ilias Alevizos, cuya área de investigación era el Síndrome de Sjögren, su tema de tesis años atrás. En este segundo laboratorio estaba también como postdoc, pero había pasado a ser research fellow y a tener más responsabilidades. Allí desarrolló nuevos modelos y trabajó por casi tres años, pero por razones de presupuesto, la posición que ella tenía fue eliminada.
Luego de trabajar ocho meses en una empresa biotecnológica en donde producían virus y elementos biológicos para estudios clínicos de fase I, fue llamada nuevamente para trabajar en un nuevo proyecto en Síndrome de Sjögren en el NIH. Avanzado el 95% de esta investigación, en su vuelta a Chile adquirió la posición de special volunteer del NIH, donde analiza los datos recabados de alrededor de 20 pacientes.
Luego de diez años en Estados Unidos, este regreso a Chile surgió como la posibilidad para asumir nuevos desafíos; poder entregar su conocimiento al desarrollo de la ciencia nacional; contribuir en el manejo de la calidad científica y aplicar su experiencia en investigación en otras áreas terapéuticas. Sumado a lo anterior, Paola también estaba buscando una estabilidad laboral que le permitiera entregar mejores oportunidades a su hija.
“Llegué el 14 de agosto al CEMP. La Sofía (su hija) es una de las razones por la que estoy aquí. (…) Después de más de veinte años tomé la decisión de alejarme del mesón (…) Ahora no era yo solamente la que importaba, sino que mi hija. Tenía que tratar de encontrar condiciones que me hicieran feliz, pero que me permitieran cuidarla y darle las mejores oportunidades posibles”, recuerda Paola.
Así, llegó al Centro de Medicina de Precisión (CEMP) de Pfizer Chile a hacerse cargo de la planificación y supervisión del equipo y trabajo científico. Debe velar porque la ciencia que se está haciendo allí sea del más alto nivel.
Muchos estudios que hacen en el CEMP tienen relación con validación clínica, otros tienen que ver con implementar diagnósticos de mejor calidad.
“Durante los próximos años creo que va a ver mucho de discusión, de entender las bases moleculares de la enfermedad y hacerle ver a la población el impacto de la medicina de precisión y lo que esto significa para los pacientes con cáncer”, dice Paola.
En cuanto a ella como profesional, “en cinco años espero estar aquí. Siento que tengo mucho que aportar en el campo científico y también crecer en el ámbito de management; el CEMP tiene mucho espacio para crecer y seguir avanzando. Veo en los próximos cinco años la posibilidad de traspasar todo esto que estamos haciendo en cáncer a otras patologías”, concluye.
Por Sofía Kahn.
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