Los anteojos de Pablo Valenzuela suelen estar sucios. Rara vez se los saca. Cuando los limpia, dice, aparece el mundo ante sus ojos. No lo hace por una sencilla razón: falta de tiempo. Así como tampoco puede leer todos los libros que quisiera –hoy está fascinado con una serie de novelas de la escritora italiana Elena Ferrante- o ir al cine. La última película que vio fue Misión Imposible 5 en uno de los tantos vuelos entre San Francisco y Santiago, las ciudades donde vive.
-¿Le gustan las películas de acción?
-Ésa era la que había… el resto era un bodrio.
Pablo de Tarso Rafael Antonio Valenzuela Valdés está acostumbrado a que lo tilden de serio. Pero lo cierto es que el bioquímico y empresario, Premio Nacional de Ciencias Aplicadas, creador de la primera vacuna contra la hepatitis B, descubridor de la hepatitis C y secuenciador del genoma del VIH, entre otras cosas, se ríe bastante.
A sus 74 años, tiene una energía que contagia y está muy lejos de “colgar el delantal”.
“Trabajo día y noche. Sábados y domingos”, cuenta en una de las salas de la Fundación Ciencia & Vida, que fundó a fines de los 90 con su señora, la bióloga Bernardita Méndez, y el inmunólogo Mario Rosemblatt para promover la ciencia y tecnología en el sector productivo. Es hasta este lugar, ubicado en el Parque de Ciencia y Negocios Zañartu donde las calles tienen nombres como “Albert Einstein”, “Gregor Mendel” y “Louis Pasteur”, al que llegan premios nobeles y estudiantes de doctorado de la Universidad de California –donde Valenzuela ha desarrollado gran parte de su carrera– a compartir sus conocimientos.
Conocimiento. Una palabra clave para este científico y que repite a lo largo de la entrevista. “Los gobernantes saben que Chile no está yendo hacia la economía del conocimiento y ése es nuestro gran problema”, sentencia. Hace más de 30 años que viene sugiriendo “olvidarse un poquito del cobre y de la celulosa y meter más plata en la ciencia”. Pero pocos, dice, lo escuchan.
-¿La “maldición/bendición” de los recursos naturales a buen precio nos pasó la cuenta?
-Ya nos fregó. Por 30 años se dijo que los recursos naturales no iban a durar para siempre y que de repente íbamos a tener un problemita. Y mira el precio del cobre hoy: pasó lo mismo que con el salitre. Estaba cantado y eso no depende de los privados, ellos no tienen por qué estar dirigiendo un país. Eso es responsabilidad de la clase dirigente.
-¿Los políticos fueron miopes?
-No sé los políticos, pero sí lo fue la clase dirigente que ni siquiera se daba cuenta del problema. Porque cuando un país está en buena situación económica, derrotando la pobreza, moviéndose como los jaguares de Latinoamérica, quién iba a decir “oye, esto se va a acabar”.
-¿Se sentía predicando en el desierto?
-Yo no era el único que proponía preocuparnos más por el conocimiento y olvidarnos un poquito del cobre y de la celulosa. Un país que hace eso es intelectualmente más complejo y sabio. Nosotros no tenemos sabiduría en nuestros dirigentes, que son cortoplacistas. Nuestra clase dirigente dura cuatro años. ¿Quién va a poner plata para que aquél que venga en 12 años más haga una revolución? La inversión en ciencia es de largo plazo, por lo tanto, compite con todas las urgencias de corto y de mediano plazo.
-¿Cuáles serán las consecuencias de esta visión tan cortoplacista?
-Estamos jodidos y ya perdí un poco la fe en que seamos pronto un país desarrollado.
-¿No lo seremos en el corto plazo?
-No. Quizás, si tenemos alguna suerte económica podamos aumentar la entrada per cápita promedio, pero hay una desigualdad tremenda. Sin embargo, el desarrollo es mucho más que el salario. Íbamos caminando hacia allá, pero algo pasó en los últimos años que no entiendo bien, quizás porque estoy más viejo…
La revolución científica
Valenzuela fue uno de la decena de científicos y premios nacionales que firmó la carta titulada “Nuestros gobiernos han elegido la ignorancia” que alertó de la precaria situación en la que se encuentra la ciencia en Chile. Una misiva que ha dado la vuelta al mundo –incluso la revista Science y Nature publicaron acerca de “la desolación de la comunidad científica chilena”– y que ha tenido efectos. El 17 de noviembre pasado, la Cámara de Diputados rechazó los recursos para la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Conicyt) para el presupuesto 2016, que habían sido aumentados en cuatro mil millones de pesos, alcanzando un total cercano a los 320.000 millones. Un triunfo de los delantales blancos. Sin embargo, en el Senado ratificaron los recursos que habían sido impugnados por la Cámara de Diputados. El Gobierno sólo se comprometió en avanzar hacia invertir el 1% del PIB en ciencias sin plazos concretos y el presupuesto de Conicyt para el próximo no aumentó.
-¿Le llamó la atención el impacto que causó la carta de los científicos?
-No tanto, pero tuvo más eco que cualquiera de las otras que se han publicado en el pasado. El impacto lo veremos con los hechos. El problema que tenemos nosotros es que como país entregamos sólo el 0,38% del producto interno bruto a la ciencia. El imperativo es simple: hay que aumentarlo en diez veces.
-Si lo aumentamos diez veces, ¿hay científicos en Chile lo suficientemente buenos para gastarse esa plata?
-Por supuesto que sí. Además, uno hace un plan para aumentarlo diez veces en diez o veinte años. Todo lo acomoda al plan. La gente dice, “bueno, pero si no hay científicos para ello”. Yo les digo que no sean ingenuos: tenemos excelentes científicos en Chile y podemos tener tres y hasta cuatro veces más. Por supuesto que esto no es de la noche a la mañana: ya hay una serie de científicos becados volviendo a Chile de sus doctorados. Pero hay que partir con un aumento importante. Bernabé Santelices, actual presidente de Conicyt, está equivocado al decir en una reciente entrevista, que una inyección de 1.000 millones de dólares a la ciencia resultaría en una dilapidación de recursos. ¡Absurdo! Esto sólo doblaría la inversión actual, de 0,38% a 0,76% del PIB, que sería rápidamente absorbido en interesantes y efectivos programas de I+D.
-Pero muchos de los doctorados llegan de vuelta a Chile y no saben qué hacer…
-Claro, porque hacemos las cosas a medias, no las evaluamos ni las mejoramos. Suena bien mandar gente afuera, pero sin aprovecharlos suena terrible. ¿Qué van a hacer a su regreso? ¿Manejar un taxi? Creo que el programa tiene deficiencias fundamentales. Los que regresan con doctorados están aún verdes. Sin embargo, tienen que volver porque el programa se los exige. ¡Absurdo! Se debería eliminar esta exigencia, disminuir las becas de doctorado y aumentar las de postdoctorado.
-¿El Gobierno entiende eso?
-Yo creo que todos lo entienden, pero están amarrados de manos por la contingencia. A este gobierno le dio por hacer una serie de reformas a todo diablo; desde el punto de vista de los temas, algunas son excelentes. ¿Quién va a estar en contra de una reforma educacional? El problema es cómo se hace bien.
-¿Cree que hay riesgos de populismo en Chile?
-No. Creo que se corren riesgos de ideologismos. Chile de repente se puso poco racional y ahí están los riesgos. Por eso es importante la ciencia. Los científicos somos racionales hasta el tuétano. Pensamos bien antes de hacer un experimento. Discutimos nuestro plan con otros científicos, con gente de afuera. Y cuando obtenemos un resultado, lo mostramos a todo el mundo. La ideología puede ser muy buena, pero no soluciona los problemas ni posibilita que las cosas se hagan bien. El populismo sólo funciona en un país que es ignorante.
-Claro, el bono marzo es un monto significativo respecto a lo que recibe la ciencia en Chile al año…
-Pero acarrea más votos. Financiar a los científicos no acarrea más votos. Y si los gobernantes no creen que la ciencia es importante, van a elegir el bono de marzo.
-De los gobiernos en democracia, ¿cuál cree que ha sido el que fue más consecuente en su apoyo a la ciencia?
-Indudable, el gobierno de Frei trató de hacer algo interesante al crear los primeros centros de excelencia, los Institutos Milenio. Le siguió el gobierno de Bachelet que creó el Programa de Financiamiento Basal para Centros Científicos y Tecnológicos de Excelencia. Estos centros tienen financiamiento hasta diez años y mucha libertad en cuanto a su gestión. Muy importante ha sido el apoyo de Corfo para el financiamiento y puesta en marcha de los fondos de capital de riesgo que han sido claves en financiar nuestros proyectos tecnológicos.
-¿Y el de Sebastián Piñera?
-Creí que Piñera iba a ser mejor porque trabajé en los grupos Tantauco. Pero la verdad es que cuando fue presidente no apoyó la ciencia como yo esperaba.
La guerra contra el cáncer
Son varias las contribuciones científicas que Pablo Valenzuela ha hecho a la ciencia a nivel mundial, pero si tuviera que elegir una sería la de descubrir la hepatitis C y lograr que la sangre del mundo fuera segura. “No inventamos un test para ver una enfermedad, sino que anulamos la posibilidad de que la gente que recibía una bolsa de sangre, en los años 80, se infectara”, comenta.
Hoy está concentrado en la fase de estudios clínicos –de prueba en humanos– de la droga contra el cáncer, la cual ha desarrollado un equipo que lidera junto al científico Luis Burzio. Un medicamento hecho en Chile, que destruiría las células cancerígenas sin causarles daño a las normales y financiado por inversionistas públicos y privados locales, que han aportado cerca de 18 millones de dólares.
-¿Cuándo va a estar lista la cura del cáncer?
-Ah no, eso no se puede saber. En primer lugar, no hay una cura del cáncer, sino que hay varias, porque no hay un solo tipo de enfermedad. Pero de aquí a 10 años vamos a tener muchas más curas que las que existen actualmente.
-En vez de ser famosos por el cobre o el vino, ¿podremos algún día ser conocidos por ser el país que creó una droga efectiva para remediar el cáncer?
-Eso es wishful thinking, no nos aventuremos en eso. Ojalá seamos conocidos por crear nuevos productos tecnológicos y no por el cobre o el pescado. La gente nos compra la harina de pescado para hacer productos que son cien veces más valiosos. Recién en Chile hay un grupo muy interesante que está transformando productos de aceites de pescado en concentrados de Omega 3 de alta calidad. Ahí le estamos sacando el jugo a algo valioso y no vendiendo harina de pescado para alimento de animales.
-¿Es difícil hacer ciencia en Chile?
-No debiera serlo si estuviera bien financiada. Transformar la ciencia en un producto, en algo útil para la sociedad, es más difícil en Chile que en Estados Unidos. Además, ¡tenemos que usar las organizaciones de allá porque aquí aún no tenemos el conocimiento ni la credibilidad! Para la droga contra el cáncer tuvimos que mandar una postulación a la Food and Drug Administration (FDA) para hacer la fase 1 en pacientes.
-¿Le ha costado conseguir fondos?
-Nada.
-Seguramente porque usted es Pablo Valenzuela…
-Puede ser que haya influido el hecho de que yo ya estuve metido en esto, pero lo que más influyó fue la calidad de la droga. Los inversionistas no son tontos, no se van a meter con proyectos que no tienen chance ni mercado. Tuvimos la suerte de contar en nuestras manos con un proyecto potencialmente posible, pero todavía muy riesgoso, con una tecnología que aparentemente funciona bien en cánceres en animales. Conseguir el dinero no es un problema en Chile. Siempre ha existido la posibilidad de invertir en asuntos inmobiliarios. La gente adinerada tiene esa tendencia. Pero hoy existen en Chile muchos empresarios exitosos en su campo, que a veces tienen oficinas de familia o fundaciones, donde invierten en proyectos distintos a los propios, y al mismo tiempo, tremendamente interesantes desde el punto de vista intelectual. ¿Quién no va a querer formar parte de un equipo que quiere encontrar la cura del cáncer?
-Pero usted debe ser sincero con ellos y decirles que no esperen resultados de corto plazo, porque eso no va a suceder. ¿Qué le dicen ahí?
-Los empresarios chilenos inteligentes son muy arriesgados y las platas que se necesitan para hacer crecer un proyecto como éste son relativamente bajas en relación al retorno que pueden generar. Estar toda la vida haciendo inversiones inmobiliarias es medio fome, ¿o no?
-En una entrevista a Capital, el físico chileno del MIT César Hidalgo planteó que no veía en la elite chilena “gente como Steve Jobs o Elon Musk, que estén tratando de construir cosas que no existen y que tengan un impacto global”…
-Exactamente. Pero Elon Musk o Steve Jobs no eran parte de la elite económica, no tenían un cinco cuando empezaron. Pero ellos contaron con una industria que en Estados Unidos es muy potente y aquí no tanto, que es la industria que invierte en proyectos riesgosos de alto rendimiento, pero de poca probabilidad. Pero si uno multiplica la baja probabilidad chica por el alto potencial, el resultado es bastante pasable. Sale mejor que el Loto, en general.
El rol de la ciencia básica
Una de las gracias de la Fundación Ciencia & Vida –que creó tras vender su participación en la multinacional Chiron Corporation– es hacer ciencia en 360 grados. Una estrategia que está basada en cinco pilares: el primero es tener muy buena investigación, con investigadores “que sean conocedores del estado actual de la ciencia y capaces de hablar con el mejor Nobel en medicina”, explica. El segundo es el entrenamiento avanzado de jóvenes. Lo tercero es tener una visión global. “Si te paso el brochure de la fundación está en inglés, porque nuestra interacción es principalmente con el exterior”, agrega. El cuarto es el emprendimiento: “Cuando tienes buena ciencia y tecnología, necesitas desarrollar un producto o servicio para que el resultado de la investigación llegue a la sociedad. Esto en la jerga biotecnológica sólo se puede hacer bien desde una empresa”, aclara. Y el quinto es llevar la ciencia a la sociedad en forma temprana…
-¿No son el Estado o la universidad los entes encargados de desarrollar la ciencia?
-Es clave el apoyo estatal para la investigación de la ciencia básica. Hay un grupo ideológico en Chile que piensa que debemos tener gente trabajando principalmente en investigación aplicada. Y otro, en el cual me incluyo, que dice que hay que hacer investigación básica, la cual nos va a deparar algo en el futuro. ¿Tú crees que los que empezaron Google, algún día dijeron voy a hacer Google? ¡No! Estaban haciendo investigación en sistemas de base de datos y de repente dijeron “qué pasa si armamos un buscador digital”. Todos los grandes descubrimientos que se han hecho en el mundo y que han dado origen a mejores fármacos para distintas enfermedades, a nuevas vacunas, salieron de investigación que no fue dirigida…
-¿Es el caso de esta droga para el cáncer?
-Exacto, la investigación de la bala del cáncer no fue dirigida. Burzio estaba estudiando los espermatozoides y descubrió una tecnología que nadie en el mundo había descubierto, que captó una serie de patentes por la novedad.
-¿Y qué rol debe jugar la universidad en el desarrollo de la ciencia?
-La universidad es crucial para la creación de nuevo conocimiento. No es el lugar para estar armando desarrollos técnicos de productos y servicios. Quizás las patentes sí, pero no la fase final del desarrollo que le corresponde a la industria, la encargada de hacer los negocios. Por eso nosotros tenemos un parque de “Ciencia y Negocios”, porque las dos cosas van tremendamente de la mano. Muchas veces la palabra negocio no tiene muy buena fama, pero es básica: sin los negocios la ciencia no llega a la sociedad, a menos que seamos un país comunista. Y si no lo hace, ¿para qué vamos a invertir entonces?
-¿No cree que en Chile hay mucho paper y poca acción?
-¡Es esencial que se escriban papers! En los países donde existen emprendimiento y nuevos productos es porque hay una base científica impresionantemente buena. Nuevamente, ¡no hay que atacar la gallina de los huevos de oro! Soy optimista, creo que en Chile tenemos excelentes científicos e investigadores, desgraciadamente son pocos y están mal financiados. Están equivocados aquéllos que dicen que los científicos están cómodos: nunca lo están, porque para poder publicar un paper, que es lo único que le va a producir a ese científico la posibilidad de escalar en prestigio y en sueldo, éste va a ser revisado por los científicos del mundo. A las buenas universidades de investigación del mundo, lo único que se les pide es conocimiento nuevo. Todo este engranaje de empresas de biotecnología, de nuevas cosas interesantes para la sociedad –ya sea en alimentos, en procesos, en productos farmacéuticos, en salud humana o animal, etc.–, vienen del nuevo conocimiento.
-¿Es partidario de crear un Ministerio de la Ciencia? En otros países no ha funcionado muy bien…
-No soy un fanático del ministerio, pero sí de cambiar la institucionalidad de la ciencia.
-¿La ciencia debería estar más ligada al Ministerio de Economía y no al de Educación?
-En el Ministerio de Economía la ciencia es un apéndice; en Educación es peor. Figúrese las preocupaciones que tiene el Ministerio de Educación hoy en Chile, con estudiantes marchando hace varios años. ¿Usted cree que se van a preocupar de la ciencia? Pensar eso es tonto, ilógico. Ésa es una de las razones de por qué la ciencia debería tener una institucionalidad un poquito más alta. Hoy, como una parte está en Economía, otra parte en Educación, y otra en Agricultura, no hay ningún responsable al que uno podría apuntar y decirle: “Estás dejando la escoba”. Tampoco hay un champion que pelee por el presupuesto de la ciencia.
“Estoy con crisis de confianza”
-¿Le preocupa la crisis de confianza que se ha instalado en Chile?
-Me preocupa mucho, yo estoy con crisis de confianza. He perdido un poquito la fe en que vamos por un camino que pensé era interesante y posible. Creo que estamos demasiado obnubilados por el día a día y por una serie de problemas que nosotros mismos nos hemos creado, que no nos permiten mirar hacia adelante. Hay que pensar más, tener más ideas. ¿Quién está hablando de las ideas hoy día? Si estamos metidos con esto de las reformas…
-¿Está de acuerdo con las reformas?
-Sí, pero no estoy seguro si estoy de acuerdo con la manera como se están conduciendo. Me parece que hay problemas demasiado obvios.
-¿Es partidario de la educación gratuita?
-¡Quién no va a ser partidario de la educación gratuita!
-¿Incluso para los ricos?
-Es que eventualmente si uno habla de educación gratuita, el ideal es que sea para todos. Pero si uno hace un programa de educación gratuita tiene que hacerlo bien, probablemente no puede partir con todos sino con los más necesitados. No soy especialista, pero huelo que estamos metiéndonos en algo que no va a durar. Me da pena pensar en el tiempo gastado en esta discusión e intuir que en el algunos años más, chao pescao, porque las cosas que no se hacen bien no perduran…
-¿Lo mismo va a pasar con la reforma laboral?
-No sé. Depende de cómo se haga.
Valenzuela y la fama de la industria farmacéutica
-¿Cómo se puede lidiar con la mala fama que tiene la industria farmacéutica de querer enriquecerse a costa de la salud humana?
-Difícil. Hay una ideología que dice que, en general, todos los negocios son malos. En el caso de la industria farmacéutica, esta mirada está acentuada. Sin embargo, es carísimo desarrollar fármacos, ya que de veinte o treinta en desarrollo, sólo unos pocos llegan al mercado. Lógicamente que los precios son un poco altos en un comienzo, porque se basan en el costo que incluye los desarrollos fallidos. Esas empresas tienen que valerse por sí solas y enfrentar el gran riesgo de desarrollos que en un alto porcentaje fracasan.
-Pero las farmacéuticas son de las empresas más rentables del mundo…
-Algunas, pero otras quiebran y terminan siendo adquiridas. Pero si analizas en los últimos 10 años cuánto han aumentado el valor de sus acciones, no son tan rentables comparadas con otras empresas tecnológicas como Google, Apple, Microsoft, etc.
-¿Es más la mala fama que tienen?
-Tienen mala fama y mucho está en la ideología. Hay gente que cree que tenemos que hacer los medicamentos en Chile porque nos va salir más barato que traerlos de afuera. ¡Las huinchas! Nos va salir mucho más caro y más inseguro. No es tan fácil la cosa. Manufacturar drogas nuevas para uso en humanos es complejo y de alto costo. Sin espacio para equivocaciones.
-Claro, pero los consumidores ven la farmacia popular de Recoleta, que vende los remedios hasta un 70% más barato, y les da rabia…
-Ésos son remedios que la farmacia de Recoleta compra a un distribuidor central (Cenabast) originalmente creado para abastecer hospitales, que a su vez los compra a precios mucho más bajos que las farmacias. Ahora, si todas las farmacias tienen acceso al distribuidor central, probablemente van a tener los mismos precios que Recoleta. Chile es un país con un mercado muy pequeño comparado con Brasil, que por su tamaño negocia mucho mejor. Si toda América Latina negociara en bloque, bajaría el precio de los remedios.
Por Carla Sánchez Mutis
Fuente: Revista Capital
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