En Argentina la decisión fue presidencial, cuenta Lino Barañao, doctor en química e investigador de carrera, sobre la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Fue hace siete años en los que él ha liderado la cartera que ha ordenado las estructuras de investigación existentes.
Han sido años en los que el presupuesto para hacer investigación ha aumentado -hoy es 10 veces más que en 2003- y la cantidad de investigadores se triplicó, que hasta los más acérrimos opositores al gobierno reconocen que fue un acierto y que, en caso de llegar al poder, le darían continuidad a esta política.
Tener un ministerio significó mejoras tanto para lograr acuerdos de forma interna como externa, dice Barañao. Por eso, de visita en Chile para contar su experiencia al Consejo Nacional de Innovación para el Desarrollo (Cnid) -entre otras instituciones-, señala que de tener una cartera para el área las relaciones se facilitarían.
“Creo que sería muy importante que Chile tuviese un ministerio (de ciencia). Estos días hemos tenido conversaciones interesantes sobre iniciativas comunes que podemos realizar y, si tuviéramos esta simetría, la relación sería mucho más fácil. Sabemos que los organismos internacionales de financiamiento verían también con agrado esto, porque por la experiencia que tenemos con Argentina, un proyecto de gran envergadura se facilita cuando se tiene rango ministerial”, dice.
¿Qué han logrado que no hubiesen conseguido sin un ministerio?
En primer lugar, esta vinculación entre ministerios para grandes proyectos no se hubiera logrado, porque es difícil que una secretaría coordine ministros. Es una cuestión de jerarquía. Cuando uno es ministro puede llamar al Ministerio de Economía y pedir que acelere una partida presupuestaria. Antes, tenía que pedirle al Ministerio de Educación y éste a Economía. Eso desde el punto de vista práctico es lo más contundente.
Lo otro es que cuando se ve un ministerio que tiene un edificio nuevo, que co-organiza una feria de ciencia (Tecnópolis) con más de cuatro millones de personas por año, cuando ven a un científico sentado con los otros ministros en actos públicos, el ciudadano tiene la idea de que la ciencia es importante y ese cambio de rango tiene efecto inmediato. Facilita las relaciones internacionales.
¿Cómo acuerdan, a nivel ministerial, qué es lo que quieren hacer con la ciencia?
Se hace a través de mesas de formulación (de un plan) en la que se convoca a decenas de investigadores, personas del sector productivo, ONG, autoridades municipales y demás, y se discute para un sector, como puede ser alimentos o la industria del petróleo, cuál es la situación actual, a dónde se quiere llegar y cuáles serían las prioridades para llegar a esa meta. Estas mesas emiten un documento final donde se acuerdan las prioridades y esas se usan después para hacer los llamados a financiamiento y los investigadores de distintos organismos se presentan a ese llamado.
Las mesas continúan evaluando los resultados, haciendo modificaciones, es un proceso dinámico. El plan tiene metas fijadas para 2020, por ahora, pero en dos años más habrá un nuevo ejercicio para planificar las metas del próximo periodo.
Repatriados
Uno de los programas más exitosos de esa administración es Raíces, que ha logrado repatriar a 1.175 investigadores desde el extranjero para hacer ciencia de primer nivel en Argentina. El programa de incentivos incluye la vinculación constante con quienes están afuera, becas y apoyo a universidades y empresas para la contratación de científicos.
¿Cómo lo lograron?
Vuelven porque las condiciones ya no son tan diferentes en relación con el exterior. Ninguno vuelve para inmolarse o sacrificar su carrera científica. Una vez que comprueban que pueden seguir haciendo ciencia de primer nivel en Argentina, eso los impulsa a volver. De hecho, el problema que estamos teniendo ahora es el inverso, los graduados no quieren irse y tenemos que empujarlos para que se vayan al menos seis meses. Tenemos un programa de becas cortas para que hagan al menos una pasantía, porque es muy importante que conozcan cómo se trabaja afuera, pero no tenemos un problema de migración de cerebros.
Por Cristina Espinoza
Fuente: Diario La Tercera
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