El cáncer a la vesícula biliar es la segunda causa de muerte oncológica entre las mujeres de nuestro país, sólo superado, levemente, por el cáncer de mamas, y es cinco veces mayor entre las chilenas que entre los chilenos. El de vesícula avanza rápidamente y es muy maligno, por eso está incorporado a la canasta de prestaciones GES para extirpar este órgano antes de los 50 años. «El problema es que no todas las personas presentan síntomas antes de esa edad, por lo que cuando las diagnostican pueden haber perdido la cobertura y ya no acceden a esa estrategia preventiva», explica la doctora Katherine Marcelain, académica del Programa de Genética Humana del ICBM, investigadora principal del estudio que realiza en colaboración con el doctor Justo Lorenzo, de la Universidad de Heidelberg, y que cuenta con financiamiento internacional total proveniente del Ministerio de Educación de Alemania, la BMBF.
Los «ataques a la vesícula» son indicadores de la presencia de cálculos en ella, producto de la acumulación de colesterol que pasa desde el tamaño de granos de arena a verdaderas piedras que obstruyen el proceso circulatorio de la bilis, la cual ayuda en el proceso de digestión de las grasas. «Para llegar a estas molestias, que son muy dolorosas y normalmente acompañadas de náuseas vómitos, tiene que haber bastante acumulación de cálculos en la vesícula; por eso, es un proceso que puede durar décadas antes de su aparición sintomática», añade la académica. En todo caso, aclara, «no todos quienes tienen cálculos en la vesícula desarrollan cáncer; sin embargo, todos los que tienen ese cáncer han tenido o tienen cálculos, por eso representan un claro factor de riesgo».
Por lo anterior, explica la investigadora, «necesitamos identificar qué factores pueden predecir si la persona tiene un riesgo alto o bajo de desarrollar este cáncer, porque su prevención es relativamente fácil: la extirpación».
Componente amerindio
«Nuestra teoría del por qué en Chile está la más alta incidencia mundial está asociada a la etnia. Las mujeres mapuche son las que presentan una de las mayores tasas cálculos en todo el mundo -alrededor de un 50%- y en un estudio de tipo ecológico que hicimos pudimos determinar que se pueden asociar las diferentes tasas de mortalidad de las distintas regiones al componente amerindio de su población. Tenemos los datos genéticos de 2.500 chilenos de todas las regiones del país, a los cuales se hizo estudios de genotipo por lo que conocemos su componente amerindio, y encontramos que por cada punto porcentual de componente mapuche aumenta tres veces el riesgo de morir por cáncer de vesícula. Al contrario, por cada punto porcentual de etnia aymará, disminuye en tres puntos el riesgo de desarrollar cáncer. Y ese análisis lo hicimos con muchas patologías oncológicas y otras enfermedades, pero el único tipo de cáncer que mostró esta relación de ancestría es el de vesícula biliar», detalla la doctora Marcelain.
Pero, añade, «en Chile es muy difícil separar los componentes genéticos de este cáncer de los ambientales, socioeconómicos y culturales. Si se analizan las investigaciones epidemiológicas, esta patología se asocia a un nivel educacional y de recursos económicos más bajo; por ello, los salubristas asocian este cáncer a contacto con diversos contaminantes o a problemas de higiene. Pero no podemos desconocer que en nuestro país la estratificación socioeconómica también es genética, lamentablemente, por lo que es muy difícil desagregar los factores que inciden en su aparición».
Tres estrategias
Para desarrollar la investigación, analizarán genéticamente a tres grupos: el primero es el de 2.500 chilenos de diferentes etnias, a quienes ya se hizo estudios de genotipo. El segundo estará compuesto por 100 personas con cáncer a la vesícula -cifra de la cual ya han reclutado a cerca de la mitad, en base a colaboraciones con centros asistenciales y universidades de diferentes zonas del país-, a quienes se les analizará un millón de posiciones o lugares en su genoma, para compararlos con los de las personas sanas y saber qué genes se pueden relacionar positivamente con el cáncer. El tercero serán personas que hayan tenido colelitiasis -cálculos- pero que no han desarrollado cáncer, «porque sería óptimo conocer la diferencia entre éstos y quienes finalmente se enferman», informa la doctora.
Una segunda estrategia que aportará en la búsqueda de los componentes genéticos de este cáncer es el análisis de las familias: «hemos visto a varios pacientes que tienen una historia familiar con estos antecedentes; es decir, tienen parientes de primer grado -padres, hermanos- que tuvieron o tienen cáncer a la vesícula. Por eso, cuando nos encontramos con estos casos, entrevistamos a sus familiares hasta el segundo grado y, si así lo desean, los incluimos en el estudio, por lo que obtenemos sus muestras de sangre para determinar DNA, lo que nos clarificará también desde la perspectiva de la etnia y sobre los mecanismos moleculares que producen la enfermedad.
Y un tercer acercamiento al tema se realizará desde la secuenciación de tumores: «En base a la experiencia que hemos adquirido en la investigación sobre cáncer de mamas, sabemos que hay determinadas mutaciones para las cuales actualmente se dispone en Chile de terapias farmacológicas personalizadas. Estas terapias se usan ante la presencia de determinadas mutaciones genéticas en cáncer de colon, pulmón y mamas; no sabemos si en cáncer de vesícula aparecen estas mutaciones, pero en caso de que así sea se podrían utilizar estas terapias».
¿Tiene sentido, si es que la mejor prevención es extirpar la vesícula?
Sí, porque siempre va a haber personas que podrían desarrollar el cáncer aunque no tengan el componente genético de la ancestría. Y el estudio desde la perspectiva de los antecedentes étnicos va a ser de largo plazo, por lo que lo que podría tener un impacto más inmediato es la oportunidad de, teniendo las mutaciones conocidas en otros cánceres, acceder a sus respectivas terapias personalizadas, que sirven solamente en estos casos y lo mejor es que tienen menos efectos secundarios que la quimioterapia, mejorando sobremanera la calidad de vida de estos pacientes.
Si se determinan los genes involucrados en esta enfermedad, ¿sería posible el desarrollo futuro de terapias génicas?
Es muy difícil, porque lo más probable es que sean muchos genes los genes involucrados, incluso en sus formas normales, pero que cuando se presentan todos al mismo tiempo y además se le agrega un componente ambiental -como la presencia de cálculos-, por eso se desencadena la enfermedad.
Por Cecilia Valenzuela León
Fuente: www.med.uchile.cl
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