El doctor Luis Burzio va a cumplir 20 años investigando las células que podrían curar el cáncer. Su invento está protegido gracias a que lo patentó en varios países. Estados Unidos, Brasil, México, la mayor parte de Europa y parcialmente en Japón, entre otros. Si no lo hubiese hecho, lo más probable es que cuando logre dar con un remedio, otra persona aprovechará de adueñarse de uno de los adelantos más esperados por la humanidad. Cuando encuentre una cura, a la que buscará acercarse este año con los primeros ensayos en humanos, Burzio y sus socios, Jaime Villegas y Verónica Burzio, quedarán inscritos como inventores y la compañía Andes Biotechnologies tendrá el monopolio para comercializarla.
Las patentes no son lo mismo que la marca, como suele confundirse. En Chile se tramitan en el Instituto Nacional de Propiedad Industrial (Inapi) y el director de esta entidad, Maximiliano Santa Cruz, comenta que la patente «no solo recompensa la creación de una invención, sino también su perfeccionamiento para hacerla tecnológicamente factible y comercializable». Daniela Castro, doctora en ciencias biológicas, especialista en patentes y socia de Covarrubias & Cía., agrega que en el mundo de la innovación es conveniente proteger el desarrollo. «La patente se termina transformando en un bien para tu empresa, porque la valoriza. La puedes vender, la puedes licenciar. También sirve para mantener a la competencia lo más alejada de ti, porque estás monopolizando un producto, un proceso, o los dos, de manera exclusiva y excluyente. La competencia no te puede copiar, no puede vender el mismo producto o proceso que tú», explica.
Para que un invento sea patentable hay que cumplir tres criterios básicos. Santa Cruz los enumera: «Debe tener novedad (que sea nuevo, que no haya sido divulgado antes en alguna parte del mundo), elemento inventivo (que no resulte obvio para un experto en la técnica) y aplicación industrial (que se pueda reproducir)».
Hay cosas que no son patentables, como los genes humanos y lo que hay en la naturaleza, con contadas excepciones, inventos que van contra el orden público o la moral y, por regla general, tampoco pueden ser patentadas teorías científicas o métodos matemáticos, esquemas, normas o métodos para hacer negocios o aprender las reglas de un juego, entre otros.
Imaginemos que Jorge Sampaoli tuviera un método de entrenamiento para subir el rendimiento de cualquier equipo de fútbol y quisiera patentarlo. De acuerdo a lo anterior, y aunque su efectividad fuera total, en Chile difícilmente podría conseguirlo, porque la ley dice que los métodos o planes no son patentables. Ni siquiera los económicos. Otro caso: si uno inventa una aplicación para que la tablet expele un repelente para zancudos, ¿nos darán la patente? En Inapi responden que el software no es patentable, pero sí podría proteger el dispositivo y los elementos que permiten desprender el aroma, «explicando en detalle las acciones para generar el rocío».
¿Se puede mejorar algo que ya existe y patentarlo? La respuesta es un sí rotundo. Fue lo que hizo Rodrigo Alonso, creador de Selkbag, un saco de dormir con forma humana con cierres reversibles que cumplirá 10 años.
Para dónde vamos: cifras y casos
El año 2014 Inapi concedió 1.815 patentes de las 3.643 solicitudes. Aproximando estos números a un promedio, al día hubo 10 presentaciones y se concedieron cinco. En un año, dice Santa Cruz, Inapi rechaza en promedio el 33% de las solicitudes que se resuelven (unas 1.324 solicitudes). Otro 45% es aceptado, el 16% es abandonado, el 4% es desistido y el 2% se entiende por no presentado.
De los inventores que se acercan a Inapi, el 83% es extranjero (fueron 3.033 el 2014) y se inclina fuertemente por el área mecánica, que lidera las inscripciones con el 40%. La siguen biotecnología (20%), química (16%), eléctrica (13%) y farmacéutica (11%). Esta última era hace diez años el área donde más solicitudes se presentaban. Las solicitudes de chilenos se concentran en minería y el mundo acuícola y a nivel global están creciendo hacia la computación, maquinarias eléctricas, comunicación digital y tecnologías médicas.
Como las patentes son territoriales, hay que inscribirlas en cada país, aunque a través del PCT, el sistema internacional de patentes, pueden presentarse simultáneamente en 148. Fue lo que hizo Luis Burzio cuando encontró una molécula de ácido ribonucleico (ARN) que puede ser inducida a destruir células tumorales sin tocar las normales. «Patentamos la terapia, la molécula, y también lo que se refiere a diagnóstico», explica el doctor, quien recuerda que una de sus primeras patentes fue la del pegamento que usan cholgas y choros para adosarse a las rocas.
Daniela Castro menciona que sus clientes chilenos cada vez patentan más en China, donde es más probable que se copie un invento. Los otros mercados que siempre interesan son Estados Unidos y la Unión Europea.
Revisando casos con repercusión internacional, Pablo Valenzuela Valdés, Premio Nacional de Ciencias, tiene las patentes de la vacuna contra la Hepatitis B y la Piscirickettsia salmonis , el patógeno que más afecta a los cultivos de salmón en Chile. Juan Carlos de la Llera tampoco estaría entre los que crearon algo exclusivo si no hubiera patentado la ingeniería antisísmica de la torre Titanium, un sistema que reduce las vibraciones en una estructura gracias a un disipador metálico de energía.
Desde la mecánica, destaca el invento de Florencio Lazo, un vehículo para controlar heladas en la agricultura que ya patentó en Chile, Estados Unidos y la Unión Europea. Otro aporte conocido son las paredes y techos verdes (con vegetación), idea de Ignacio Espoz.
Entre las innovaciones en biotecnología, Caroline Weinstein ha desarrollado la piel artificial, un implante para cicatrizar heridas profundas causadas principalmente por quemaduras. Su Sistema de Implante Integrado fue la primera patente obtenida por la Universidad de Valparaíso, el 2014.
En farmacia destaca también el enjuague bucal del dentista Tomás Galván, que busca mejorar la calidad de vida de los pacientes con cáncer, controlando los dolores y efectos indeseados de las terapias.
Finalmente, un hit en la química mundial es Crystal Lagoons, creación del científico Fernando Fischmann, dueño de la tecnología para construir y mantener lagunas cristalinas gigantes, patentada en 160 países.
Un largo proceso
El procedimiento para obtener el derecho de patente dura en promedio 3,5 años en Chile. Sin embargo, el tiempo para obtener la patente es variable y puede bajar de los tres años, que es el promedio para Estados Unidos, mientras que a nivel mundial es de casi cinco años.
La gestión tiene tres etapas: se presenta la solicitud (puede ser presencial o en línea, en www.inapi.cl) y hay un examen preliminar, después se tramita la publicación del extracto en el Diario Oficial (60 días de plazo) y luego hay un examen de fondo. Para la experta Daniela Castro, la rapidez en la presentación de una patente y la redacción son fundamentales: «La propiedad intelectual requiere cumplir plazos y 60 días pasan volando. Cada patente es única y tienes que ver qué quiere proteger tu cliente. Mi trabajo consiste en aterrizar la idea del inventor y luego hay un trabajo intenso de redacción. Hay que partir de cero y armar un documento que sustente la invención, cuidando incluir todos los aspectos que deben ser protegidos para darle fortaleza a la patente».
La publicación en el Diario Oficial es para que terceros puedan oponerse (tienen 45 días), luego se hace el examen de fondo y el trámite avanza. Si se rechaza la solicitud, se puede apelar al Tribunal de Propiedad Industrial. Patentar en Chile es relativamente barato si se mira en el tiempo. Una UTM al presentar la solicitud, 20.000 pesos por la publicación, $473.000 por el arancel pericial (hay cerca de 40 peritos para estudiar el invento) y cuando se concede la patente, se pagan 3 UTM por el primer decenio y 4 UTM por el segundo. Total con valor UTM del mes: $843.784.
Detalle importante: no es necesario esperar tres años y medio o la concesión de la patente para desarrollar un producto o proceso. «Patentar un invento no es obligación, sino que es una opción, una estrategia que se adopta para tener una ventaja competitiva en el mercado. Las patentes entregan la exclusividad para explotar comercialmente un invento. A cambio de esto, el inventor debe divulgar el invento para que sea conocido por todos», explica Maximiliano Santa Cruz, director de Inapi.
Por Federico Grünewald
Fuente: Diario El Mercurio
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