La industria salmonera es clave, no sólo porque Chile es el segundo productor de salmón tras Noruega, sino porque los envíos de este producto representan el 10% del total de las exportaciones nacionales, situando al sector en la segunda posición tras el cobre. De ahí la importancia de promover su crecimiento y asegurar la sustentabilidad del recurso.
En este contexto, los actores si bien coinciden en que los principales problemas de la industria radican en en la salud de los peces y el control eficiente de las enfermedades, están comenzando a surgir otros -como nuevos espacios de cultivo- los que ya se están discutiendo en el Programa Estratégico Meso Regional del Salmón, una iniciativa público-privada patrocinada por Corfo que involucra a las regiones de La Araucanía, Los Lagos, Aysén y Magallanes, y que se enmarca en la Agenda de Productividad, Innovación y Crecimiento del gobierno. Su finalidad es definir los mecanismos necesarios para posicionar a Chile como líder mundial en salmonicultura y asegurar su sustentabilidad productiva. Carlos Wurmann, presidente del programa, señala que acaban de llamar a licitación a consultores para desarrollar los estudios necesarios que permitan desarrollar la Hoja de Ruta del sector para los próximos 10 o 15 años -la que será presentada en octubre- «es evidente» que existen dos grandes desafíos en materia de innovación que el sector deberá enfrentar: el desarrollo de tecnología e ingeniería para nuevos espacios de cultivo y soluciones de salud menos invasivas.
En materia de cultivos, Wurmann comenta que los sitios costeros protegidos se han ido agotando, por lo que el próximo paso será desarrollarla en el océano abierto, tal como ha empezado a ocurrir en otros países, lo que requerirá nuevas tecnologías.
«La acuicultura en el océano hoy no está autorizada del todo porque el gobierno aún no ha pensado que es importante generar esas autorizaciones. Sin embargo, parece haber llegado el momento de que se considere para dar cabida a proyectos que vayan incorporando nuevas tecnologías y abriendo nuevos espacios de cultivo», afirma. Y añade que espera que el programa sea una fuente importante de apoyo a este tipo de desarrollos tecnológicos para «velar por la sustentabilidad a largo plazo de esta industria», enfatiza.
Por ejemplo, la salmonera Ventisqueros ha invertido US$ 2 millones en la concesión de Punta García, ubicada en condiciones menos protegidas y expuesta a vientos y oleaje. «Destinamos este monto para construir un pontón que contará con las condiciones de habitabilidad, seguridad y operación que permitirá asegurar la alimentación de los peces a diario», señala Pablo Mazo, gerente técnico de Vestisqueros, en referencia a los días que se pierden por motivos oceanográficos.
Los desafíos en salud
Para Alfredo Tello, gerente general del Instituto Tecnológico del Salmón, (Intesal) de Salmón Chile, los principales desafíos del rubro son sanitarios. «Particularmente, el control eficiente y efectivo del SRS y Caligus», un tema en el cual están trabajando en conjunto con la U. Católica.
Por su parte, Wurmann señala que la industria en Chile tiende a utilizar antibióticos, pero está buscando la manera de reducirlos o suprimirlos del todo, lo que se puede lograr -señala- utilizando distintos tipos de tecnologías como vacunas, inmunoestimulantes y otras herramientas biotecnológicas y genéticas.
En esta línea, Fundación Chile (FCh) en conjunto con la empresa salmonera Marine Harvest, están trabajando en el uso de peces biocontroladores del Caligus (o piojo de mar), una metodología natural mucho más amigable ambientalmente y menos invasiva que puede complementarse con alguna dieta u otras herramientas, explica el director ejecutivo de la estación experimental Quillaipe de FCh, Martín Hevia.
«Descubrimos que el róbalo, que es un pez nativo chileno, se come los adultos de Caligus que están en el salmón», apunta el experto, señalando que se trata de una iniciativa pionera en el país que en un comienzo fue impulsada por Corfo y que ahora es apoyada por la Fundación Copec UC. Ésta consiste en producir róbalos en el centro de FCh, los que luego son colocados en balsas jaulas para su pre engorde, y llevados a las jaulas del centro de cultivo de Marine Harvest donde cohabitan con los salmones.
En lo que se refiere a medicamentos, el laboratorio farmacéutico veterinario Centrovet, -que ya cuenta con 16 registros de vacunas para salmones- y que destina el 5% de sus ventas a I+D, ya está trabajando en nuevas vacunas para Caligus y mejores productos para el SRS, «logrando en esta última enfermedad, reducir la mortalidad de los peces tratados de forma significativa, llegando incluso a una reducción del 50% o más», señala David Farcas, gerente general de Centrovet.
Además, la FCh junto a Fraunhofer está desarrollando vacunas orales y biomarcadores, para lo cual se implementó un laboratorio de biotecnología de equipamiento avanzado en Puerto Montt . También están colaborando en el desarrollo de inóculos para patógenos como el SRS.
Otro de los sectores desde el que se está innovando para el control de las enfermedades es la nutrución. Es el caso de Ewos, quienes crearon la Dieta Robust que permite reducir la infestación por Caligus en más de un 25%, al incorporar inmunoestimulantes, nucleótidos y una mezcla de aceites esenciales que evitan la fijación del piojo en el salmón. Esto, con el objetivo de reducir la necesidad de medicamento aportando al desarrollo de procesos menos invasivos para el salmón.
Regulación y financiamiento
No obstante, actores de la industria señalan que hay dos problemas que afectan la innovación y el desarrollo: la falta de regulación en algunos ámbitos y el acceso a financiamiento.
Farcas, de Centrovet, señala que se podría mejorar la regulación de las autovacunas para solucionar problemas específicos de ciertas empresas. «La aprobación de una vacuna puede tardar dos o tres años, pero que hay enfermedades específicas que sufren los peces que necesitan ser manejadas rápidamente con autovacunas específicas», afirma.
Mientras que Hevia de FCh indica que los instrumentos públicos de financiamiento están orientados al corto plazo, con dos o tres años de duración. «Tenemos ciclos biológicos largos y esto produce lagunas entre proyectos y la continuidad de los desarrollos de aplicación», apunta, señalando que entre un proyecto y el siguiente pueden terminar con costos no cubiertos de hasta 15 meses, los que deben ser asumidos por privados. Agrega que también «las empresas no están tan proclives en invertir en I+D dado que tiene un riesgo tecnológico implícito que hay que despejar y que, de alguna manera, ellas no quieren asumir», apunta.
Por A. Maturana y F. Castillo
Fuente: Diario Financiero
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