Roberto Molina es Bioquímico de la Universidad Andrés Bello y se encuentra realizando su segundo postdoctorado en la Universidad de Tufts, en Boston, lugar desde donde trabaja arduamente para tratar de dar explicación a la tolerancia de las bacterias a los antibióticos.
La curiosidad a flor de piel y determinación por trabajar duro para encontrar respuesta a cada una de sus inquietudes, han sido las huellas que Roberto Molina ha marcado en cada uno de los lugares donde ha estado. Desde los años en que era un estudiante de Bioquímica en la Universidad Andrés Bello, luego, cuando realizó su Doctorado en la Universidad de Santiago y postdoctorado en la Universidad de Chile, y actualmente en la realización de su segundo postdoctorado en la Universidad Tufts, en Boston.
Esa misma determinación fue la que lo hizo proyectar, desde comienzos del pregrado, la posibilidad de continuar su preparación fuera del país. Si bien en los laboratorios de Chile trabajó en temáticas relacionadas con antibióticos, a nivel microbiológico y molecular, su camino sólo estaría completo si lograba entrar en uno de los mejores laboratorios del mundo en mecanismos de resistencia de las bacterias a los antibióticos: el del Dr. Stuart Levy en la Universidad Tufts.
Sin dudarlo, decidió escribirle directamente al investigador para solicitarle un cupo en su equipo. “Me contacté por correo, me presenté y le dije que para mí sería una oportunidad espectacular trabajar como postdoc en su laboratorio. Después de eso, él me pidió el CV, una recomendación, mis antecedentes y me dijo que era justo lo que andaba buscando. A él le gustó mucho que yo llevara tanto tiempo metido en esto”, señala.
Llegó a Boston en Octubre de 2014 y desde ahí su labor no ha parado. “Estoy trabajando en algo que no tiene que ver con la resistencia de antibióticos como tal, pero es similar. Lo que estoy tratando de buscar es cómo lo hacen las bacterias para entrar en un estado de tolerancia a los antibióticos, que no es lo mismo que la resistencia, es decir, cómo una población mínima dentro de un cultivo de bacterias, que se conoce como células persistentes, lo hacen para ser tolerantes a estos compuestos. A la vez estas bacterias persistentes tienen un rol importante en infecciones crónicas, lo que hace aún mas importante el entender como funcionan”, relata Roberto.
Roberto no oculta su entusiasmo al comentar el desafío que plantea su investigación, ya que si se considera que actualmente las cepas se hacen cada vez más resistentes a antibióticos y encontrar los tratamientos adecuados se hace más difícil, un resultado auspicioso podría permitir entender en mayor profundidad la forma en que las bacterias logran la persistencia y así generar nuevas estrategias para combatirlas.
El resultado preliminar es bastante auspicioso y lo hace pensar que va por el buen camino, pero prefiere no revelar detalles aún porque, según cuenta, la competencia en esta área es muy grande. “Cuando yo empecé a hacer esto, hicimos los experimentos y al mes después salió un paper con prácticamente lo mismo que yo estoy haciendo, entonces ahí tú tienes que empezar a ver una nueva visión. Por suerte, para nosotros, lo único en común era la técnica”, añade.
Con varios desafíos investigativos bajo el brazo, que pretende ir desarrollando a lo largo del postdoctorado, Roberto vislumbra su futuro como científico en Estados Unidos, ya que, según señala, “allí existe un compromiso a nivel país con las ciencias, lo ven como motor de crecimiento y en Chile no es así”.
De todas formas, su idea es, sin importar el lugar donde se encuentre, mantener el vínculo con Chile mediante proyectos colaborativos. De hecho, actualmente se encuentra en conversaciones para armar un proyecto de investigación.
“La colaboración es algo que uno tiene que aprender y en Chile falta eso, sobre todo en los jefes más antiguos. La mejor forma de hacer ciencia de calidad es colaborando y aquí eso es casi un requisito”, finaliza.
Por Catalina Valencia Antillanca
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