El Biólogo de la Universidad Católica, Benjamín Caballero, ha dedicado los últimos años a sus estudios de doctorado en el Albert Einstein College of Medicine y al desarrollo de un emprendimiento científico.
La llegada de Benjamín a Nueva York no fue una decisión al azar. Luego de haber terminado su pregrado en la Pontificia Universidad Católica de Chile, se fue a trabajar al Laboratorio de Estrés Celular y Biomedicina del Doctor Claudio Hetz en el BNI la Universidad de Chile. Allí, comenzó a investigar el estrés del retículo y se interesó en la idea de que algo tan específico dentro de una célula pudiese producir tanto daño en un organismo.
En medio de esta experiencia escuchó el concepto de autofagia y se interiorizó al respecto. Fue en esa búsqueda donde conoció el trabajo que estaba realizando al respecto el laboratorio de la Dra. Ana María Cuervo en el Albert Einstein College of Medicine. En ese momento decidió que quería hacer su doctorado en ese lugar. Postuló y a las dos semanas después de ser entrevistado le notificaron que había sido seleccionado.
El sistema de doctorado en el Einstein implica una rotación obligatoria por distintos laboratorios de la institución, de modo de ir conociendo diferentes áreas. Sin embargo, Benjamín apenas supo que había sido aceptado le escribió un correo a la Dra. Cuervo, señalando “quedé en el programa y me gustaría conversar con usted”; así obtuve un cupo de rotación en su laboratorio en la primera semana que estuve acá. Después de esa rotación, pasé por otro par de laboratorios, pero me gustó este, la ciencia que se hacía acá. Cinco años y medio después sigo en este mismo laboratorio”.
En dicho lugar, ha investigado sobre la implicancia que tiene la autofagia mediada por chaperonas (CMA) en cambios producidos en enfermedades neurodegenerativas, específicamente, la relación de esta vía de degradación celular y la proteína Tau (que engloba las tauopatías, de las cuales la más conocida es la enfermedad de Alzheimer). “Vamos viendo la relación de cómo esta vía se ve afectada en estas enfermedades y, a su vez, cómo esas enfermedades, a través de esta proteína, afectan a esta vía de degradación celular. En resumen, vemos las dos caras de la moneda”, explica.
Respecto a las respuestas que ha encontrado a lo largo de estos años es poco lo que puede detallar, pero adelanta que “hemos visto el efecto de distintas modificaciones post traduccionales que realmente afectan esta vía celular, la bloquean, la inhiben y eso genera una respuesta celular que si no tienes la vía que está degradando todas estas proteínas, al final se acumulan, causan el daño y se produce la enfermedad. Entonces, hemos visto la regulación un poquito más fina porque son las distintas modificaciones que se van acumulando las que llevan al final a la patología”.
Todo este camino recorrido, sumado a las oportunidades que ha visualizado viviendo en Estados Unidos, despertaron en el científico chileno las ganas de formar un emprendimiento en ciencias. En esa línea, junto a su amiga norteamericana, Arthee Jahangir postularon a un programa de aceleración en New York City Regional Innovation Node (NYCRIN).
“Teníamos un tratamiento contra el cáncer pancreático, que es uno de los más letales, pero es un activo biológico, una bacteria modificada que puede llevar la terapia hacia el cáncer directamente. Había algo de datos que teníamos y queríamos ver cuán comerciable era. En la instancia, se genera una plataforma de contactos y de cierta manera uno ve si sigue adelante con esto o no”, señala Caballero. Además agrega que “después postulamos a E-Lab (Laboratorio de Emprendimiento) que ya es un poquito más intenso, son 6 meses de trabajo. Lo bueno es que esto se puede compatibilizar bastante bien con el laboratorio, porque casi siempre es todo en las tardes o en las noches y hay muchas parte online”.
Durante todo este proceso, lo más interesante para Benjamín ha sido ver la evolución que ha tenido el mundo de la investigación, en donde los fondos para poder realizar algo ya no sólo deben provenir necesariamente del Estado, sino que existen otros caminos que pueden aportar a ello, como las instituciones filantrópicas o empresas privadas.
Al respecto, apunta que “yo creo que un perfil interesante son personas que están altamente calificadas, ya sea con su doctorado o con su magíster en ciencias, pero que también tengan las herramientas comerciales o de áreas que faciliten la comunicación entre lo que pueda salir de un laboratorio a través de la transferencia tecnológica, porque eso facilita la investigación en sí misma, ya que puedes acceder a más recursos que te permitan hacer tu investigación”.
Actualmente, el científico se encuentra en Nueva York y tiene pensando en algún momento traer parte de su emprendimiento a Chile, pues no duda que aquí existen las condiciones para desarrollar este tipo de proyectos. “Hace un par de años que ya hay un entorno que va en convergencia hacia el desarrollo biotecnológico. Yo creo que Chile tiene la estabilidad regional para ser un foco de innovación en biotecnología”.
Por Catalina Valencia Antillanca
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