Hace 8 años pensé que era necesario hacerse cargo de un problema de salud que venía arrastrándose por mucho tiempo sin, hasta ahora, la aparición de una solución útil. Como cirujano de cabeza y cuello, y doctorado en ciencias médicas, parecía una obligación invertir esfuerzo en encontrar, desde la ciencia, una solución práctica para pacientes que tienen nódulos en la tiroides que habían sido sometidos a una biopsia por punción y el resultado era incierto o indeterminado. El problema es que, la mayoría de este grupo particular de pacientes se deben operar dado que tienen un riesgo de cáncer de tiroides de 25%. Ustedes entenderán que esto significa que cerca del 75% de los casos indeterminados que se operan NO tienen cáncer e implica someterse innecesariamente a los riesgos quirúrgicos, costos de la cirugía y requerir suplementación hormonal de por vida. Suena escandaloso por decir lo menos.
En fin, esta necesidad médica nítidamente identificada, no fue tan difícil de vender -y levantar los primeros fondos mediante un consorcio tecnológico en conjunto con otros investigadores- ya que el “producto” era fácil de entender, había un beneficio evidente en salud y la economía, y, hasta ese momento, no había nada en el mercado. Con un equipo de personas óptimo, mucho ensayo y error y una buena dosis de persistencia, logramos desarrollar nuestro prototipo bastante prometedor en un período de 5 años. A esa altura, el Consorcio se había terminado y logramos continuar progresando con el programa Go-To–Market y un proyecto de financiamiento Línea 4 de empaquetamiento de Corfo.
Hasta ese momento, la primera parte había sido relativamente fácil desde los estándares de un negocio de emprendimiento biotecnológico. Esto, por la disponibilidad de múltiples instrumentos públicos para financiar prototipos, propiedad intelectual y transferencia tecnológica.
Sin embargo, había que dar un salto para lograr otros objetivos. Para ello, creamos un spin-off desde la Universidad Católica con el objetivo de financiar la validación clínica de nuestro test que permitiera iniciar su uso masivo. Fue en ese punto donde llegamos a lo malo/difícil o, como señala el término de moda, “la brecha”: la falta del ecosistema robusto de capital de riesgo en biotecnología dispuesta a apostar a un negocio, incluso, luego de haber realizado una exhaustiva evaluación del riesgo y potenciales retornos, no había quien quisiera arriesgar. Esto nos hizo entender que la masa crítica en Chile capacitada para realizar un due-diligence apropiado es mínima.
Creo no equivocarme al decir que en Chile hay recursos para invertir, pero la falta de comprensión de la dinámica y riesgos de los bionegocios hace muy complejo que una persona “confíe” parte de su patrimonio a un bionegocio en la modalidad de Venture Capital. Finalmente, puedo decir que logramos levantar capital de riesgo para poder partir, pero hay que reconocer que fue por un voto de confianza del inversionista líder, quien confió en un inversionista “follower” que daba fe de que lo que presentábamos tenía potencial.
Para finalizar, tengo esperanza que en la medida que hayan salidas exitosas del núcleo de empresas biotecnológicas que actualmente están desarrollando tecnologías de gran potencial, se podrá formar este ecosistema de inversión biotecnológica con la preparación necesaria incluir en sus habilidades de due-diligence el análisis de negocios biotecnológicos de manera profesional e informada.
MD, PHD. Chief Medical Officer Genepro DX
Es el fundador de GeneproDX y el inventor de ThyroidPrint® . Médico cirujano de cabeza y cuello de Pontificia Universidad Católica de Chile, es profesor asociado de cirugía del departamento de cirugía oncológica de la misma casa de estudio. Se especializó en cirugía de cabeza y cuello en el MD Anderson Cancer Center y posee un doctorado en biología molecular de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
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