Consonante al espíritu de la nota que dio puntapié inicial a esta sección de BioVoces ⎯hace ya más de un año⎯, en las siguientes líneas compartiré algunas experiencias de vida en torno a cómo ha sido el transitar desde la ciencia básica y el quehacer investigativo en laboratorios, hacia un campo de desarrollo profesional alternativo, como lo es aquella interfase que nace de la convergencia entre ese sorprendente mundo en constante expansión que es el nuevo conocimiento (generado por el quehacer científico), y el ámbito de la propiedad intelectual (PI), particularmente en lo que se refiere a las patentes de invención biotecnológicas.
“To be or not to be”
Era el último año antes de la defensa de tesis doctoral, y caí en la cuenta que era imperioso comenzar a preguntarme qué deseaba realmente hacer una vez regresara a Chile. Luego de meditarlo concienzudamente, a través de un proceso de autodiscernimiento en donde debía primar la honestidad ⎯requisito que parece obvio, mas lograrlo no se encuentra exento de dificultades⎯, me di cuenta que no me proyectaba toda mi vida trabajando como científico en un laboratorio, especialmente por lo absorbente de la actividad como investigador, la cual no dejaba todo el tiempo que deseaba para canalizar otras inquietudes intelectuales que comenzaron a ganar terreno durante esos agitados y, a su vez, inolvidables años de doctorado.
El arduo trabajo que significaba sacar adelante un doctorado había ido de la mano con la consolidación de una serie de habilidades cuya utilidad trascienden el ámbito científico y las cuales son perfectamente transferibles a cualquier quehacer humano, tales como trabajo riguroso, gusto por las cosas bien hechas, capacidad analítica, resiliencia ante el fracaso, trabajo en equipos multidisciplinarios y multiculturales, respeto por la diferencia, paciencia, humildad, altruismo, creatividad y mayor libertad en el pensar. Sin darme mucha cuenta, me había munido de una batería de herramientas que me permitirían desenvolverme de buena manera en casi cualquier desafío profesional que me propusiera, quedándome una sensación de confianza que me ayudó a continuar con el desafío de buscar un quehacer científico alternativo distinto al trabajo investigativo de laboratorio.
Consecuentemente, no quedó más que comenzar a tratar de vislumbrar posibles alternativas de desarrollo profesional en las cuales poder aportar, que fueran un poco menos demandantes de tiempo, para así poder responder a aquellas inquietudes que ya no estaba dispuesto a seguir postergando y, por sobre todo, que me permitieran reinsertarme de buena forma en Chile.
La temida reinserción
No habían pasado ni dos semanas desde mi defensa de tesis doctoral, y me encontraba de pie en mi querida tierra natal, con algunos ahorros que me iban a permitir subsistir sin mayor inconveniente por alrededor de seis meses, tiempo que a primera vista parecía suficiente para poder dar con esa anhelada vía de desarrollo profesional alternativa. De no resultar la búsqueda durante ese semestre, el plan B era volver al laboratorio a continuar investigando a través de un post-doc, situación en la que sabría desenvolverme bien, no obstante era algo que prefería evitar, pues sabía que no estaría del todo contento.
Comencé a ponerme al día con la actualidad local y a indagar qué cosas nuevas habían sucedido en mi campo durante mi ausencia, y, para sorpresa mía, descubrí algunos nichos laborales emergentes para la realidad nacional, que de la mano del desarrollo económico logrado por Chile, habían comenzado a expandirse y felizmente estaban empezando a reclutar capital humano avanzado.
Nichos alternativos explorados
El primero de estos nichos, con el cual logré dar gracias a un simple aviso posteado en el diario que anunciaba la apertura de un concurso público para reforzar el cuerpo de peritaje de patentes de invención biotecnológicas del INAPI, me resultó sumamente interesante, pues era freelance, aseguraba cierta estabilidad de ingresos y me iba a permitir continuar cerca de la actividad científica y explotando mi formación de bioquímico. Luego de postular al cargo, tuve un par de entrevistas, y no me volvieron a contactar. Este hecho fue el primer indicio de que la misión de encontrar una labor científica alternativa no iba a ser nada fácil.
Paralelamente, me resultó interesante descubrir que varias de las Clinical Research Organizations internacionalmente más reputadas habían desembarcado hace algunos años en Chile, pues podría continuar madurando la experiencia ganada en estudios clínicos durante mi PhD, y al mismo tiempo prometía ingresos con estándares internacionales, además de un contrato de trabajo, el que dicho sea de paso era un documento que jamás había tenido el placer de firmar a lo largo de mi carrera científica. Los esfuerzos por tratar de ingresar en estas organizaciones no fueron menores, pero desgraciadamente tampoco dieron resultados. Dentro de esta misma línea, también intenté sin éxito incorporarme a algunos laboratorios clínicos y farmacéuticos.
Una tercera alternativa, surgió luego que un amigo me comentara que una oficina de registros sanitarios de productos farmacéuticos veterinarios andaba buscando un profesional del área de las ciencias biológicas, para que los asesorara en la revisión bibliográfica asociada a la eficacia, seguridad y residuos de los nuevos fármacos que estaban desarrollando, además de redactar el correspondiente registro requerido por la entidad gubernamental competente. Si de revisiones bibliográficas se trataba, después del doctorado había terminado un experto, y con una ‘pega’ freelance de este tipo podría tener mis primeros ingresos, salvando así la situación, pues los ahorros que tenía para seis meses estaban menguando rápidamente. Eran ingresos esporádicos, ideales para complementar otras labores, pero que por sí solos no eran suficientes para asentarme, motivo por el cual la búsqueda de un trabajo más estable se transformó en máxima prioridad.
Una cuarta alternativa ⎯como freelancer⎯, en la que se requerían capacidades de búsqueda y análisis de información especializada dentro del ámbito de la bioquímica, surge en una conversación de pasillo con un abogado, quien después de escuchar en qué me encontraba en esos momentos, me comentó que las cortes de justicia constantemente consultan cuerpos de peritaje especializados que cubren todas las áreas del saber. Desgraciadamente, las convocatorias eran cada dos años, y la última venía de realizarse, con lo que esta vía de perito judicial quedó en carpeta hasta próximo llamado.
Plan B y un ‘salvavidas’
Los seis meses llegaron a su término, y el plan B tuvo que hacerse realidad. Con cierto desgano, reactivé algunos contactos en universidades, donde había laboratorios muy afines temáticamente con mis estudios doctorales acerca del metabolismo de lipoproteínas y el rol de estas en enfermedades cardiovasculares, y voilà… en un par de meses me encontraba trabajando en un laboratorio de investigación, donde tenía un año para preparar un proyecto para el FONDECYT de Iniciación, que me permitiera al año siguiente poder comenzar a correr con mi propio financiamiento. Ya resignado, no llevaba ni cinco meses cuando un día me llaman a mi teléfono celular: “… acaso usted continúa interesado en formar parte del cuerpo de peritos de patentes biotecnológicas de INAPI?”. El sí fue rotundo, pues se abrió una posibilidad que había dado por perdida ⎯había transcurrido casi un año de haber dado las entrevistas para este trabajo⎯, y la que sin exagerar, se transformó en el ‘salvavidas’ que me iba a permitir retornar a mi anhelado Plan A. Otra entrevista, seguida de los meses de formación correspondientes, y a los pocos meses me encontraba realizando mi primer peritaje de patentes ‘Biotec’.
Doctor en Bioquímica con experiencia en PI y Transferencia Tecnológica.
Bioquímico de la PUC (Chile) y Doctor en Bioquímica de la UPMC (Francia), con experiencia en valorización de la creación científica mediante el desarrollo de patentes de invención. Actualmente se desempeña como Director Asociado de PI y Transferencia Tecnológica en la Fundación Ciencia para la Vida, Coordinador de Investigación Aplicada e Innovación en la Universidad Santo Tomás (UST), y como Perito de Patentes Biotecnológicas en el Instituto Nacional de Propiedad Industrial (INAPI).
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