“Necesitamos avanzar en hacer de la ciencia un verdadero pilar de crecimiento y fortalecer nuestras áreas estratégicas de desarrollo, así como expandir nuestra vocación por el conocimiento” expresó la Presidenta Michelle Bachelet en el discurso del 21 de mayo 2015, donde también agregó el trabajo que se está desarrollando, junto a la comisión asesora, para la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología.
En Chile se está haciendo ciencia de calidad con un nivel de productividad per cápita que destaca sobre sus pares regionales (catalogada internacionalmente como ciencia de impacto), a pesar de que la inversión en ciencias es cercana al 0.4% del PIB, lo que es bastante bajo si consideramos que Europa destina el 3% del PIB para estos efectos y que el financiamiento en innovación y desarrollo es significativamente bajo comparado con otros países de la OCDE.
Es claro que como comunidad científica estamos teniendo un impacto medible que abarca no solo el ámbito del descubrimiento puro, sino también el de generación de capital humano avanzado y difusión de la ciencia a la sociedad. Además, creo que la ciencia está teniendo un impacto a nivel cultural, influyendo en la forma de cómo resolvemos problemas y nuestra forma de pensar. El cultivar la ciencia a todo nivel genera ciudadanos capaces de resolver cualquier tipo de problema práctico en múltiples ámbitos con un método riguroso y una forma de pensar lógica.
Chile necesita políticas que mejoren el desarrollo científico y tecnológico y aceleren la generación de soluciones a problemas locales que afectan distintos ámbitos productivos. En este momento, en el área de la Biomedicina se están desarrollando conceptos y estrategias vanguardistas que podrían generar soluciones a problemas de salud globales basados en conocimiento chileno. Sin embargo, el financiamiento de iniciativas que permita validar investigaciones locales con el fin de transformarlos en una aplicación real comercializable es escaso. Finalmente, las buenas ideas terminan con una patente que mejora nuestros indicadores pero no genera soluciones tangibles ni retornos económicos al país.
El caso de la Rapamicina
En los años ‘70 investigadores brasileños descubrieron un compuesto natural conocido como la rapamicina, el cual es utilizado en clínica para distintos tratamientos, como por ejemplo cáncer y trasplantes de órganos.
La rapamicina fue descubierta en Isla de Pascua, pero fue patentada en el exterior. Pese a ser descubierta en tierra chilena, el país no recibe retornos económicos por este hallazgo, mientras que tres compañías farmacéuticas internacionales reciben millones de dólares al año por la comercialización de esta droga.
Necesitamos generar conciencia de la importancia de los recursos de nuestro país y de la importancia de nuestra comunidad científica como ente catalizador de cambios basados en una sociedad que avance cultivando conocimiento y creatividad.
Por nuestra parte, estamos tratando de utilizar parte del conocimiento fundamental generado en el laboratorio para desarrollar posibles aplicaciones biomédicas en dos frentes: uno en terapia génica y otro en terapia farmacológica.
El primero se enfoca en generar una solución a enfermedades neurodegenerativas sin cura, como es la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), enfermedad de Parkinson y Alzheimer. Buscamos factores comunes que median el daño neuronal en estas enfermedades que a simple vista parecen ser disímiles. Nuestros estudios en Chile en el Instituto de Neurociencia Biomédica han recibido apoyo constante de agencias nacionales como CONICYT y la Iniciativa Científica Milenio, además de múltiples fundaciones internacionales como la, Michael J. Fox, Muscular Dystrophy Association, ALS therapy Alliance, CHDI, entre otras, para desarrollar investigación en modelos preclínicas de enfermedades y probar nuevas estrategias terapéuticas.
Uno de estos proyectos busca estudiar el efecto de un derivado del azúcar que puede aumentar la expectativa de vida en animales transgénicos que desarrollan ELA.
En cuanto a terapia farmacológica, con el apoyo de la Fundación Copec UC, estamos desarrollando una librería de extractos y compuestos derivados de plantas chilenas a lo largo del país, ya que pese a que tenemos una historia bastante larga en el uso medicinal de plantas tradicionales, no se han hecho estudios en términos farmacéuticos. Esperamos que esta plataforma se extienda y pueda ser aplicada en múltiples enfermedades como el cáncer, además de enfermedades cerebrales.
El Instituto de Neurociencia Biomédica, ubicado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile está inmerso en el campo clínico más grande del país, por lo que es necesario hacer un esfuerzo de conectarnos con el entorno y trabajar en conjunto para impactar globalmente. Existen ya tres centros de excelencia operativos en nuestro campus clínico, además de múltiples clínicas y hospitales, además de varias Facultades Universitarias públicas. Creo que, estratégicamente, sería interesante pensar en gestar un centro tecnológico en el área de la salud que busque generar puentes estrechos entre la ciencia, los pacientes y la educación médica. Creo que también este contexto es ideal para gestar nuevos desarrollos tecnológicos y ensayos clínicos en nuestra población. Están todas las partes reunidas, solo necesitamos una plataforma orgánica que los conecte con una misión y visión clara. Hay mucho por hacer en nuestro país. Valoricemos los recursos humanos y físicos ya existentes para potenciarlos y resolver problemas nacionales, transformando en este proceso a nuestro país en un referente Latinoamericano en Biomedicina a través de la ciencia.
Dr. Claudio Hetz
Co-director Instituto de Neurociencia Biomédica, BNI
Profesor titular de la Universidad de Chile
Profesor Adjunto de la Universidad de Harvard
Co-Director Instituto de Neurociencia Biomédica
Co-director BNI, profesor titular de la Universidad de Chile, profesor adjunto de la Universidad de Harvard, investigador principal del CEMC y director de la Fundación Neurounion. Realizó sus estudios de doctorado en Serono Pharmaceutical Research Institute, Suiza, y de Postdoctorado en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, Estados Unidos.
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