La voz ronca y hablar pausado del Dr. Luis Burzio hacen notar su presencia desde la entrada de Andes Biotechnologies, empresa ubicada en el Parque de Ciencia y Negocios de la Fundación Ciencia & Vida, y en cuyos laboratorios se ha gestado gran parte de la investigación que ha quitado el sueño de este académico durante los últimos años.
Es en este lugar donde junto a un equipo de científicos han trabajado en el desarrollo de una terapia contra el cáncer que surge a raíz del descubrimiento de una familia de Ácidos Ribonucléicos (ARNs) de origen mitocondrial, que ha demostrado ser un blanco universal para el diagnóstico y terapia del cáncer, potencialmente, cualquier tipo de cáncer. En virtud de ello, han desarrollado una droga que permite atacar células cancerígenas de manera selectiva, dejando intactas las células normales.
Hasta el momento los resultados son alentadores, los estudios en animales han demostrado que la terapia permite retrasar el crecimiento de los tumores o incluso, en algunos casos, eliminarlos. Burzio se muestra esperanzado con los avances y comenta que “recientemente la FDA aprobó nuestra “droga” (IND o nueva droga para investigación clínica) lo que nos permitirá empezar un ensayo clínico Fase I en la Universidad de California San Francisco en pacientes”.
A lo largo de la conversación no oculta la alegría que le produce el ser parte de esta investigación, pero rememora que el origen de su historia científica comenzó cuando era niño, específicamente para una Navidad, cuando un tío le regaló un microscopio. “Me llevaron al cementerio y saqué agua de allí. Luego, fuimos para la casa y la miramos en el microscopio. Había unos protozoos que eran increíbles, yo creo que fue así como hice click”.
Su encuentro con la Bioquímica
La infancia y adolescencia de Luis Burzio estuvo dividida entre varias ciudades y colegios debido al traslado de sus padres. Comenzó estudiando en el Liceo Alemán de Los Ángeles, luego se fue al colegio francés Charles de Gaulle en Concepción y terminó en el Liceo de Hombres de Chillán, donde tuvo profesores normalistas que marcaron su afición por la Biología, Química, Física y Matemática.
Su paso por la universidad fue más accidentado, pues su primera opción fue estudiar Medicina en la Universidad de Concepción. Tras no convencerse con la carrera, aplicó para convertirse en Dentista en la misma casa de estudios, “quedé en segundo puesto en la escuela dental, empecé a estudiar el primer año y me empecé a aburrir. Tuve que estudiar unas morfologías raras, pero lo peor de todo fue anatomía. Cuando tuve que ver el primer cadáver dije: ‘eso sería todo’”, comenta Burzio entre risas.
Posterior a eso se acercó al área de la ingeniería, entrando a la recientemente creada carrera de Ingeniería Civil en Química y Bioquímica; sin embargo, su vida universitaria dio un nuevo giro y durante una fiesta familiar conoció al director del Instituto de Química de Concepción. “Entonces un tío mío habló con él y le dijo ‘este chico está muy, muy perdido. Quería estudiar medicina, no quedó y ahora de dentística se saltó a ingeniería. Ya esto es el colmo’”, recuerda Luis. Así y luego de hacerle algunas preguntas, le comentó sobre la carrera de Bioquímica, lo invitó a su oficina y le prestó un libro para que aprendiera al respecto; “empecé a leerlo y me encantó”, agrega, declarando esta experiencia como el inicio de su amor por su actual profesión.
Ya titulado y con nota 7, la Universidad de Concepción le ofreció trabajo, donde comenzó como Instructor de Laboratorio. “Ahí estuve un año, un año y medio, y después me fui a un desafío: la nueva facultad de Medicina en la Universidad Austral de Chile en Valdivia. Fuimos, conocimos a la gente, nos ofrecieron mucha plata para instalar los laboratorios y partimos con un amigo con el que somos casi hermanos, el doctor Manuel Krauskopf”, señala. Con esta oportunidad de crear y después de recibir la ayuda del profesor Dr. Domingo Ramírez, la carrera de Bioquímica hizo su llegada a Valdivia en 1981.
Estados Unidos y la vida en familia
En medio de su estadía en el sur del país, el académico tuvo la oportunidad de trasladarse a Estados Unidos para realizar estudios de postgrado en la Rockefeller University. Allí, en compañía de su familia, vivió una vida tranquila y de muchísimo aprendizaje, tanto a nivel personal como profesional, pero siempre rodeado de ciencia. De hecho, tal fue el protagonismo que adquirió la ciencia en su vida y familia que sus dos hijos decidieron seguir sus pasos y estudiar Bioquímica. Verónica, la menor de ambos, se traslado a Santiago donde obtuvo su Doctorado y actualmente trabaja junto a él en Andes Biotechnologies, pero investigando en aspectos básicos de cáncer. Luis Alberto, su hijo, se fue a USA donde obtuvo su doctorado en Química de Proteínas y actualmente tiene un alto cargo en la empresa norteamerica Monsanto.
De vuelta en Chile siguió con su trabajo en la Universidad Austral en Valdivia, específicamente en el área de espermiogénesis, pero una nueva oportunidad laboral en Santiago en 1997, específicamente un ofrecimiento de Pablo Valenzuela para trabajar en BiosChile, lo llevó a sopesar su estadía en el sur del país. “Para nosotros tenía muchos atractivos. Primer atractivo, nosotros estábamos solos en Valdivia porque la Vero estaba en Santiago terminando lo suyo y, por lo tanto, si nos veníamos a Santiago íbamos a estar con ella o cerca. Y la segunda, era que estábamos hasta la coronilla con la lluvia”, cuenta Burzio.
Por otro lado, estaban las amistades hechas en la ciudad, pero al final Santiago ganó la batalla, lo cual explica debido a que “lo más importante para mí era que pudiéramos tener muchísimo más acceso con médicos que estuviesen interesados en la investigación y eso fue cierto, eso resultó. Resultaron investigaciones en el Hospital Barros Luco, en el San José, con la Clínica Alemana, con la Clínica Las Condes”.
Y así fue, tal como lo pronosticó, las investigaciones resultaron. Gracias a este cambio de ciudad es que pudo desarrollar la investigación en torno a esto ARNs mitocondriales, pudo conformar un sólido equipo de trabajo en Andes Biotechnologies y pudo encaminarse a encontrar una terapia contra el cáncer.
Con todo, aciertos y desaciertos, el Dr. Burzio no se imagina haber hecho las cosas de forma distinta, “quizás podría haber partido por otro lado, pero no me lo figuro”. Y ni pensar en dejar la investigación en un futuro cercano, “yo creo que seré como las viejas películas americanas de cowboys, moriré con las botas puestas”, sonríe.
Por Daniela Abarca y Catalina Valencia
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