Nacido y criado en Victoria, pueblo a 60 km al norte de Temuco, Eduardo fue uno de los mejores alumnos de su curso, a pesar del poco esfuerzo que le dedicaba. En esa época no tenía un especial interés por la ciencia, pero sí recuerda que tenía mucha curiosidad por entender cómo funcionaban las cosas. “Me encantaba desarmar todo y ver qué había adentro, luego crear algo nuevo con las piezas sueltas”, señala.
Esa misma curiosidad fue la que lo llevó a estudiar Biotecnología. La idea de la manipulación genética y de que todo proviene desde los genes, fue lo que gatilló que se decidiera por esa carrera que, por esos años, recién comenzaba a dictarse en la Universidad de Chile
¿Cuáles son tus recuerdos de la universidad? ¿Hubo algún profesor, ramo o situación en particular que sientas haya marcado un quiebre en tu carrera estudiante/profesional?
Recuerdo mucho a mis compañeros, el abismo entre ellos y yo, me costó mucho ponerme a un nivel similar al de ellos. Seguramente me pasó la cuenta el esforzarme poco en el colegio.
Una de las claves en ser científico es disfrutar y entretenerse haciendo ciencia, quizás por ello en una de las rotaciones de laboratorios me obsesione con entrar al del doctor Miguel Allende. Al entrar por primera vez allí vi cómo pipeteaban, escuchando Bob Marley a todo volumen, con un meneo contagioso y una sonrisa pegada en la cara. Eso me hablaba de un laboratorio que disfrutaba lo que hacía, que aplicaba la frase “si disfrutas tu trabajo ya no es un trabajo”. Además, Miguel era reconocido por ser un gran supervisor y era mi oportunidad de aprender sobre transgénesis en modelos vertebrados, así que me entusiasme y pedí entrar en ese laboratorio. Miguel me dio oportunidades únicas, como ir por tres meses durante mi tesis de pregrado a un laboratorio en Montpellier, Francia. Eso seria clave para lo que vendría despues, realizar mi carrera en el extranjero.
¿En qué momento comenzaste a trabajar con peces cebra y bajo qué circunstancia?
Durante la tesis había que buscar un laboratorio que te aceptara para investigar por uno o dos años. Entusiasmado por la biología molecular y las técnicas de transgénesis, me interesé en el laboratorio del profesor Miguel Allende. No sabía mucho del pez cebra y estando allí aprendí que es un modelo vertebrado con muchas ventajas para hacer investigación. De hecho, cuando trabajé en un laboratorio de terapias inmunológicas contra el cáncer, introduje el modelo y patentamos un nuevo sistema para descubrir moléculas con el potencial de inhibir la metástasis. E incluso hoy, en Karolinska Institutet, tengo un proyecto utilizando pez cebra, en el cual colaboro con Miguel Allende.
¿Cómo continúa tu trabajo en inmunología?
Me fui a Milán, Italia, para el doctorado de inmunología básica y aplicada en el instituto San Raffaele. En mi doctorado trabajé en cómo el tumor evita ser reconocido por el sistema immune, considerando que nuestro sistema immunológico está continuamente patrullando nuestro cuerpo para detectar células anómalas, como los tumores. Encontramos que los tumores producen un metabolito del colesterol llamado Oxysterol, el cual actúa inhibiendo la migración de las células dendríticas al lugar donde inician una respuesta inmune, por lo tanto, no se genera una respuesta antitumoral y el tumor crece sin control. Fue muy importante demostrar que al inhibir la producción de los oxysteroles, los tumores era eliminados por el sistema inmunologico. Durante esos años me interesé mucho en las células dendríticas y en su capacidad de orquestar la respuesta inmune.
Luego, en un journal club, alguien presentó el artículo del chileno Rodrigo Mora en que describía cómo las células dendríticas instruían a las células T respecto a dónde deberían ir. Recuerdo quedar impresionado por la sencillez de los experimentos para demostrar tal hipótesis. En un keystone meeting tuve la oportunidad de conocer a Rodrigo y luego de hablar por unas horas me aceptó para hacer el postdoc con él. Ahí me dediqué a estudiar cómo las células dendríticas serían educadas para inducir respuestas inmunes específicas de las mucosas intestinales.
Ahí te fuiste a Boston ¿Cómo fue la estadía allá?
Fue un período increíble. Pasé cuatro años con Rodrigo Mora, quien fue un gran mentor y a quien le debo donde estoy ahora. El ambiente era muy estimulante y logré formar una red con científicos muy reconocidos en mi campo.
¿Qué fue lo más importante durante tu estadía en Boston a nivel profesional y personal?
Lo más importante profesionalmente es todo lo que aprendí. En Boston da la sensación de que todo el mundo está hacienda algo importante, novedoso, creativo, y uno se contagia con tanta innovación. A nivel personal, en Boston me casé con una española que conocí en Japón, Patricia, lo cual refleja un poco como es Boston, una ciudad multicultural. Comencé allí una de las etapas más hermosas que he vivido: la de ser padre. Nuestra hija Isabel nació allí.
El salto transoceánico
Durante su estadía en Boston, Eduardo logró consolidarse como un investigador destacado en el campo de la inmunología de mucosas. Esto le permitió ser reconocido entre sus pares y ser un referente en muchas de las conversaciones que se dan al respecto. En medio de este escenario, en 2014 decidió trasladar su trabajo al Karolinska Institutet en Suecia, lugar donde, en solo cuatro meses, ha podido obtener dos grants para desarrollar su investigación, uno de ellos el prestigioso “Wallenberg Academy Fellow”, siendo el primer sudamericano en obtenerlo. “La rapidez con la que he conseguido formar mi grupo es algo que hubiese sido imposible en USA”, asevera.
¿En qué investigación estás trabajando actualmente?
Uno de los dilemas vigentes es cómo nuestro sistema inmune distingue entre una bacteria de nuestra flora intestinal (inocua) y una patogénica para inducir tolerancia o inflamación, respectivamente, dos respuestas opuestas a microorganismos similares. Si el mecanismo para distinguir las bacterias buenas falla, en vez de tolerancia se induce inflamación, lo cual finalmente podría inducir una respuesta inmunológica de memoria en contra de las bacterias buenas. Este fenómeno es una de las causas de las enfermedades inflamatorias del intestino, como por ejemplo, la colitis ulcerosa. Nuestro laboratorio se ocupa de entender los fenómenos que mantienen la tolerancia y los que gatillan la inflamación del intestino. Para entenderlo, usamos modelos animales y tecnologías como citometría de flujo, analisis del transcriptoma de células individuales y CyTOF (cytometry by time-of-flight).
¿Cuáles son las ventajas de trabajar en Suecia o en el extranjero, frente a la realidad en Chile?
Recursos. Estos países invierten en ciencias porque entienden que las ciencias generan un retorno a la sociedad. Estar en Suecia, significa pedir un anticuerpo y tenerlo a los dos días (a diferencia de los tres meses que demora en Chile), estar rodeado de científicos de gran nivel y que nos visiten los líderes en sus áreas.
Por otro lado, la sociedad valora lo que hacemos los científicos, al valorarlo, gozamos de sueldos respetables, tenemos acceso a importantes fuentes de financiamiento y muy importante para mí, si hablas con alguien que no hace ciencia se interesan de lo que haces. En nuestro país, a pesar de que hay casos ejemplares de científicos chilenos, estamos aislados de los líderes mundiales y nos llenan de burocracia y deberes ajenos a la ciencia.
¿Te gustaría volver a Chile?
Me encantaría, pero hay que tener la vocación de Pedro de Valdivia, ir a una tierra desconocida y con pocos recursos para sembrar algo y contribuir con el crecimiento de ese algo. Creo que para volver a Chile se necesita un cambio en la sociedad, la cual debe valorar genuinamente lo que los científicos generan para el desarrollo de una nación.
Tú fuiste una de las personas que estuvo detrás de la organización de la Conferencia Encuentros en Boston. En el mundo de las ciencias ¿es relevante estar conectado?
Es primordial y hay que estar atento a todas las disciplinas para lograr generar algo innovador. Estoy convencido que el mayor pecado de un científico es aislarse, y el mayor atributo es comunicar. En una sociedad en que la tecnología y el conocimiento avanzan a una velocidad vertiginosa, el único modo de ir a un ritmo similar es estando conectado. Ya no hace falta estar en una conferencia para saber lo que esta pasando. Estoy convencido que un científico de hoy se debe expresar por las redes sociales.
¿Cómo ves el panorama científico chileno?
Con mucha alegría veo que se mueve. Hay muchos científicos trabajando en Chile que están haciendo grandes cosas a nivel internacional. El chileno tiene atributos que otros no tienen y mi creencia es que a todo chileno le va excelente cuando tiene recursos. La creatividad nos sobra, lo que nos falta es pensar en crear instituciones fuertes, pensar en grande. Por ejemplo ¿porque no somos el centro de la ciencia en Sudamérica? Incentivemos a las compañías chilenas para que creen sus enzimas y reactivos, nos compramos a nosotros mismos y el dinero que se invierte en Chile recircula en Chile. Esto no es una idea nueva, los japoneses, alemanes y suecos, entre otros, generan sus propias cosas. Como dicen los granjeros de estados unidos, “go local!”.
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