Trastornos neurodegenerativos, inflamación y cáncer son algunos de los potenciales blancos de sus compuestos bioactivos.
Crecen en lagunas, en pequeñas pozas o habitan en las frías y saladas aguas del océano; algunas son microscópicas y otras llegan a medir hasta 50 metros de largo. El mundo de las micro y macroalgas es tan variado como el de sus aplicaciones.
De ahí que varios grupos de investigación en Chile estén explorando el potencial de sus pigmentos, ácidos grasos o polisacáridos para convertirlos en futuros fármacos, nutracéuticos o alimentos funcionales.
Esa ha sido la apuesta de Ficolab, grupo de investigación en microalgas de la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas de la U. de Concepción. Desde su colección de 350 cepas de microalgas aislaron, cultivaron y luego obtuvieron extractos con los que fabricaron una crema con propiedades fotoprotectoras, antiinflamatorias y antioxidantes.
«Pero el extracto con actividad antiinflamatoria -que proviene de una microalga de agua dulce- resultó ser tan potente que la idea es usarlo en otras aplicaciones. Por ejemplo, un nutracéutico para aliviar enfermedades gastrointestinales», dice la doctora Patricia Gómez, directora de Ficolab.
A partir de dos microalgas marinas, el mismo grupo obtuvo un aceite rico en ácidos grasos Omega 3.
Junto a la Fundación Fraunhofer y el INTA, de la U. de Chile, desarrollaron un polvo con el aceite microencapsulado que usaron como aditivo en una bebida láctea y una sopa de verduras del Programa de Alimentación Complementaria del Adulto Mayor del Ministerio de Salud.
Además de protección cardiovascular, en este grupo de la población se ha visto que consumir Omega 3 retarda la aparición de enfermedades neurodegenerativas.
Cerebro y corazón
Prototipos de los alimentos no solo pasaron la prueba del sabor. «Además, el aceite de microalgas demostró ser más estables que el de pescado, que se oxida y reacciona con otros ingredientes alterando las propiedades organolépticas del alimento», señala Gómez.
La ventaja de obtener estos y otros compuestos de microalgas es que estas se pueden cultivar -por lo que son una fuente renovable y sustentable de compuestos bioactivos- «y en cada poza de agua hay una enorme diversidad de especies, con innumerables moléculas cuyo potencial aún está por descubrirse», destaca la investigadora. El desafío ahora es que los productos salgan del laboratorio al mercado, para lo cual es clave la inversión privada.
En el Centro de Envejecimiento y Regeneración CARE Chile UC, la doctora Francisca Bronfman trabaja con extractos del pelillo ( Gracilaria chilensis ), macroalga roja que crece desde Coquimbo a Chiloé.
Ahí han detectado que ciertos ácidos grasos tendrían efectos beneficiosos para prevenir o tratar enfermedades. Una de ellas es el infarto cerebral.
«En ratones hemos visto que ingerir un compuesto enriquecido con estos extractos puede reducir el tamaño del infarto y favorecer funciones motoras», dice Bronfman, cuyo proyecto es financiado por Fondef y Corfo IFAN. Si el beneficio se replica en humanos, agrega, a futuro se podrían consumir compuestos extraídos del pelillo para reducir el riesgo de accidente cerebrovascular o ayudar al cerebro a recuperarse tras uno de estos eventos.
La investigadora y el doctor Nibaldo Inestrosa, director de CARE, también están explorando extractos de pelillo en modelos de ratones con alzhéimer. «Algunos antecedentes indican que podría ayudar en parámetros vinculados a la memoria y el aprendizaje», dice Bronfman. Una tercera línea es su aplicación en cáncer de próstata, pues otras investigaciones en líneas celulares han detectado un efecto antitumoral.
De los huiros palo y negro, que se extraen de las aguas de Coquimbo, investigadores de la Facultad de Ciencias del Mar de la U. Católica del Norte y del Instituto Fraunhofer IBMT obtienen un alginato de alta pureza y viscosidad. Con este desarrollan en Alemania un biofilm que emplean para cultivar células madre totipotenciales, como células productoras de hueso o de músculo cardíaco (miocardiocitos), dice el doctor Julio Vásquez, investigador principal.
«Con los miocardiocitos se produce un corazón artificial rudimentario que a futuro podría reemplazar un marcapasos», dice Vásquez. Añade que las biomoléculas de huiros chilenos «tienen una porosidad similar a los tejidos y fluidos humanos, lo que permitiría entregar principios activos de forma muy regular al incorporarlas en el organismo».
Por Paula Leighton N.
Fuente: El Mercurio.
¿Quieres dejar un comentario?