Fundador de IndieBio, una de las aceleradoras de negocios en biotecnología más importantes del mundo, Ryan Bethencourt es un apasionado por las ciencias, la innovación y las posibilidades que están allí de construir un mundo mejor.
El interés de Ryan por la nanotecnología y la biotecnología surgió leyendo libros de ciencia ficción de niño, los que lo hacían imaginar un mundo sin hambre, enfermedades ni deseos materiales. “Un lugar en el que podríamos tener un control perfecto sobre nuestro entorno físico, programando no solo computadores, sino que la biología en sí”.
Esto fue lo que le inspiró a estudiar biotecnología, que ahora lo considera como un campo sumamente prometedor que puede llegar a transformar nuestro mundo en un lugar mejor. En el caso de esta disciplina en nuestro país, el director de IndieBio ve con buenos ojos los emprendimientos que se están llevando a cabo en los últimos años.
“Existen fondos como el Fondo Alerce, que está apoyando a diversos emprendimientos biotecnológicos (…) Estoy muy entusiasmado, además, por la comunidad que está emergiendo en Santiago, y que está conectada con el resto de Latinoamérica. Emilia Díaz, CEO del laboratorio Katiek y fundadora de Allbiotech, desarrolla actualmente una comunidad de científicos emprendedores de toda América Latina, y es una iniciativa que se creó aquí”, relata Ryan.
IndieBio invirtió en dos compañías chilenas: Gea Enzynes y The NotCo. La primera, hace encimas y proteínas para la industria farmacéutica y de alimentos, y la segunda, vende el producto Not Mayo una mayonesa elaborada con ingredientes vegetales.
Los proyectos estrella de IndieBio
Imaginen un pedazo de carne que se ve como carne, sabe como carne, huele como carne, pero no es carne. Eso fue lo que creo Memphis Meats: carne cultivada en laboratorio. “En mi opinión, ellos serán los primeros en lanzar al mercado este tipo de producto. Creemos que no solo la carne cultivada es una forma más sostenible de producirla, sino que hará que proteínas más nutritivas y de buena calidad estén disponibles para todos”, reflexiona Bethencourt. Reciamente, Bill Gates y Richard Branson invirtieron 17 millones de dólares en esta compañía.
También está Koniku, la primera empresa del mundo que fabrica chips con neuronas biológicas. Esto permite detectar, por ejemplo, amenazas explosivas. Eventualmente esta tecnología posibilitaría construir computación biológica real.
En Prellis Biologics imprimen materiales de colágeno capaces de crear estructuras de órganos pequeños. Su objetivo final es fabricar órganos completos (corazón, hígado) que puedan reemplazar a aquellas unidades estructurales que sean defectuosas.
Y DNALite es una compañía de terapia genética, que está desarrollando tratamientos innovadores para reemplazar los genes defectuosos del tracto gastrointestinal.
IndieBio, la incubadora que apostó por estos proyectos, surgió por una frustración de parte de sus fundadores. “La mayoría de los científicos, incluidos nosotros, luchamos por obtener acceso a fondos, espacio en los laboratorio y tutorías, y pensamos que sería increíblemente poderoso crear una aceleradora de biotecnología que pudiera proporcionar todo eso. Además de aumentar las posibilidades de éxito de nuevas startups, ayudando a los científicos a convertir sus ideas en realidad, y acelerando así el futuro de la humanidad. Tres años después, y con 68 compañías financiadas y construidas con fundadores científicos, decimos de manera concluyente que el experimento de IndieBio funcionó”, cuenta Ryan Bethencourt.
Para los bioemprendedores que están comenzando, el socio y director de IndieBio les aconseja: “sueña en grande, recuerda que el mundo que está a nuestro alrededor fue construido por personas como tú y yo. Espera que casi todos te digan que tu idea o startup es imposible, pero continua, y piensa que incluso los expertos y los profesores pueden estar equivocados, son humanos como tú y yo. Pero, ¿qué pasa si estás en la razón y tienes éxito?, ¿qué significa eso para la humanidad?
Por Sofía Kahn.
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