Ues sólo atraen 21% de los recursos de ley que fomenta esta investigación. Planteles no han logrado seducir a las empresas para realizar I+D en sus instalaciones. Desde que se modificó la Ley de I+D, las firmas optan por realizar estudios a través de sus propios laboratorios y científicos.
“A pesar de que hemos certificado muchos proyectos y por montos importantes, en Chile ninguna empresa ha llegado aún al tope anual de crédito tributario”, explica María Isabel Salinas, subdirectora de Incentivo Tributario I+D (Investigación y Desarrollo) de la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo), sobre la utilización de la Ley de I+D.
Dicha norma, que nació en 2008, establece que toda empresa que realice actividades de este tipo tiene derecho a rebajar, del impuesto de primera categoría, un 35% del gasto asociado a sus proyectos de I+D siempre que sean certificados por Corfo, y el 65% restante se reconoce como gasto.
La empresa que más utilizó la ley el año pasado fue la alemana BASF, en segundo lugar se ubicó la firma chilena Celco (Arauco) y en el tercero, la noruega Aquagen.
Esta ley se flexibilizó en 2012 para que las empresas reconocieran los gastos que realizan internamente en I+D. Hoy el 65% de la inversión en proyectos se hace bajo esta modalidad, en tanto, sólo el 21% se externaliza con universidades, y el 14% restante con centros tecnológicos independientes.
“Hoy en Chile existe una relación universidad-empresa tremendamente inmadura, las universidades no hemos sido capaces de mostrar toda la potencialidad que existe de realizar proyectos de I+D con la industria y la industria no ha terminado de entender la importancia de la relación de largo plazo con las universidades”, dice Álvaro Ossa, director de Transferencia y Desarrollo de la Vicerrectoría de Investigación de la U. Católica.
Según la última Encuesta Nacional sobre Gasto y Personal en Investigación y Desarrollo, en Chile sólo se invierte el 0,38% del PIB en I+D, lejos del promedio de 2,36% de los países de la OCDE. El 32% del gasto nacional lo hace el sector privado, porcentaje que es de un 60% en los países OCDE, explica Salinas.
Apoyo a spin off
El vicerrector de Investigación de la U. de Chile, Flavio Salazar, dice que no cree que las empresas actuales sean capaces de generar la transformación de Chile a un país más tecnológico, porque no lo requieren. “Las grandes empresas en Chile no dependen para su competitividad en el mercado de la innovación”, dice.
Salinas explica que tras el cambio a la norma en 2012, se pasó de certificar proyectos por $18 mil millones, en 2013, a $59 mil millones, el año pasado, pero al mismo tiempo se redujo el incentivo para hacer convenios con universidades.
Para revertir esta tendencia se creó el Programa de Contratos Tecnológicos que otorga un subsidio a las empresas para la contratación de universidades. Entre 2015 y 2016 se han adjudicado 50 contratos por $5.296 millones.
Para Salazar, esta modalidad, conocida como contract research, no es muy cómoda para las universidades, ya que no siempre coincide con los intereses de investigación de los planteles. “Corfo, si bien debe apoyar a las empresas, también tiene que generar fondos para la investigación aplicada en universidades, con el fin de promover la generación de nuevas empresas del conocimiento que nazcan como spin off”, dice.
Los spin off son emprendimientos científicos, que, según explica Salazar hoy no tienen un apoyo real en el país. La U. de Chile tiene varios, como Plasticopper, que cuenta con un proceso que inserta nanopartículas de cobre en plásticos, que ofrecen mayor durabilidad que las aleaciones metálicas.
Universidades cerradas
Álvaro Acevedo, gerente de Innovación y Emprendimiento de la Sociedad de Fomento Fabril (Sofofa), gremio que agrupa a 4 mil empresas, explica que la baja inversión en universidades se debe a múltiples factores. Por ejemplo, todavía ocurre que muchas cierran en febrero y otras son tomadas por sus estudiantes. “Desde el punto de vista de una empresa o un gerente de producción que decide hacer un proyecto de investigación en conjunto, eso no puede ocurrir”, explica.
A su juicio, todavía queda camino para que se puedan estrechar los lazos de cooperación. Falta, por ejemplo, reglamentar temas como la propiedad intelectual. “Como recién estamos partiendo en la relación empresas y universidades, a veces hay espacios para comportamientos oportunistas de unos u otros”, explica (ver nota página 4).
Otro factor que distancia a las empresas es que los proyectos del Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (Fondecyt), para el que los científicos necesitan conseguir apoyo privado, no siempre coinciden con los intereses de la empresa.
Por estas razones, a las firmas les resulta mejor desarrollar I+D al interior de sus instalaciones, ya que tienen el control de todas las variables, laboratorios, científicos y propiedad intelectual, explica Acevedo.
Por ejemplo, Patrick Dempster, de la Noruega Aquagen, explica que si bien realizan estudios con universidades, otra parte lo hacen con capacidades propias, debido a la poca infraestructura para hacer investigación acuícola. Para ello cuentan con cinco profesionales destinados a I+D.
Soquimich (SQM) también realiza estudios internos, pero delega los que no forman parte de su misión productiva. Por eso entregaron US$2,5 millones para dos proyectos del Centro de Envejecimiento y Regeneración CARE Chile UC (ver recuadro). Los aportes llegaron a partir de 2012.
CARE nació en 2008, bajo el Programa de Financiamiento Basal para Centros Científicos y Tecnológicos de Excelencia de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Conicyt) que en total le entregó $ 3.397.986.
Conicyt entrega este financiamiento basal, pero un 20% del total del presupuesto del Plan de Desarrollo para los primeros cinco años del centro, debe provenir del sector privado. “Básicamente los recursos que hemos recibido, son para estudiar los efectos del litio en la enfermedad del Alzheimer, y el desarrollo de nuevas drogas. En eso hemos usado nuestros recursos”, dice Nibaldo Inestrosa, director del CARE.
Como el CARE, existen otros 15 centros de excelencia que reciben aportes basales, que deben complementar su presupuesto con ayuda de privados.
Ejemplos de inversión de privados en estudios
– Soquimich (SQM)y Universidad Católica: Centro de Envejecimiento
SQM tiene dos convenios con el Centro de Envejecimiento y Regeneración (CARE) de la UC. Uno de US$1,5 millones que se inició en 2012 y dura cuatro años, que es para estudiar los beneficios de una dieta adecuada en potasio y baja en sodio, que contribuya a disminuir enfermedades como la hipertensión arterial.
El otro, es un proyecto por US$1 millón destinado a investigar los beneficios del litio en la salud. Este mineral se ha usado, por ejemplo, en el control de estados de ánimo específicos, como depresión y bipolaridad.
“Este convenio nos permite aumentar el conocimiento científico el torno al uso de estos productos químicos que nuestra empresa extrae en el norte de Chile”, dice SQM.
La firma aclara que no desarrollan este tipo de estudios por su cuenta porque no son expertos en salud.
A nivel interno desarrollan estudios que se relacionan con los procesos químicos propios de sus procesos productivos. “Para ello, hacemos investigaciones por cuenta propia y en ocasiones en conjunto con expertos de universidades”, dicen.
Abajo, en la foto aparecen los científicos del proyecto, Domingo Ulloa, Nibaldo Inestrosa, y Carlos Vío, en el Salar de Atacama.
– BASF y U.Católica de Valparaíso (UCV):Bactericida para kiwi
A través del Núcleo de Biotecnología Curauma de la UCV, BASF desarrolla un bactericida de origen natural que ayude a solucionar los problemas de enfermedades bacterianas en agricultura, en especial en el kiwi. Este proyecto por $15 millones, dura tres años y se inició en 2015. Jorge Nitsche, gerente de Innovación, dice que estos proyectos están en línea con sus objetivos de desarrollo de productos naturales más amigables con el ambiente que pueden ser introducidos y comercializados en muchos países del mundo.
BASF explica que no están realizando investigaciones en el marco de la Ley de I+D sin la participación de instituciones de investigación locales. Para esta empresa es indispensable vincularse a las universidades. Dice que es muy difícil que una firma transnacional invierta la gran cantidad de recursos que requieren estos proyectos, ya que el mercado objetivo local inicial es pequeño y además la empresa no tiene el conocimiento básico y local sobre la enorme diversidad de plantas que podrían ser utilizadas para la generación de productos naturales de este tipo para el mercado.
“Es fundamental cooperar con instituciones que han realizado el descubrimiento”, explica Nitsche.
Por Carlos González I. / Cecilia Yáñez
Fuente: Diario La Tercera
¿Quieres dejar un comentario?