Chiayu Chiu es taiwanesa y sabe dos cosas de Valparaíso: «Aunque tiene una larga historia, nunca fue fundada y es uno de los lugares top del mundo para visitar o vivir».
Rodrigo Suárez, cuyo interés por la ciencia despertó desde niño viendo al profesor Rossa y documentales de la BBC, coincide en que «Valparaíso es una ciudad con un atractivo espectacular». No solo por su riqueza cultural, sino también «porque ahí está el Centro Interdisciplinario de Neurociencia de la Universidad de Valparaíso (CINV), un instituto que ha liderado el desarrollo de la neurociencia nacional», destaca.
Es justamente aquí donde este año instalarán sus laboratorios Chiu y Suárez, los dos jóvenes neurobiólogos ganadores de un inédito concurso internacional convocado por el CINV con el apoyo de la Sociedad Max Planck de Alemania y que recibió 33 postulaciones.
Chiu es investigadora asociada en la Universidad de Yale (EE.UU.). Usando tecnologías ópticas de última generación, investiga el funcionamiento de los circuitos cerebrales. Sus estudios podrían ayudar a comprender y crear mejores tratamientos para condiciones como epilepsia, esquizofrenia y autismo.
El trabajo de Suárez, investigador del Queensland Brain Institute (Australia), también podría dar luces sobre los mecanismos afectados en autismo y esquizofrenia y cómo se podrían manipular para corregir circuitos que sufren malformaciones durante el embarazo.
«Ellos tienen enormes potencialidades, sobre todo empleando técnicas no invasivas como la optogenética y conceptos nuevos para el estudio de la neurociencia», dice entusiasmado Ramón Latorre, director del CINV.
Chiu y Suárez dirigirán sus laboratorios con un presupuesto anual de US$ 150 mil ($109 millones) cada uno por los próximos cinco años.
Su trabajo se realizará en una modalidad que ha dado origen a varios premios Nobel y que se aplica en centros como Max Planck y Janelia, un campus de investigación biomédica del Howard Hughes Medical Institute.
Los investigadores tendrán total libertad de acción para usar sus fondos y no deberán cumplir tareas administrativas o académicas que los distraigan de su ciencia. Accederán a equipamiento de punta, trabajarán en forma interdisciplinaria y recibirán apoyo de científicos de Max Planck y el CINV.
La filosofía es ofrecerle a los mejores las herramientas y condiciones ideales para que se exprese la creatividad científica que conduce a grandes descubrimientos.
«Si esto funciona, mi idea es que el país lo tome como un modelo para atraer a 50 o 100 investigadores de excelencia, que traigan a Chile el conocimiento que tanto necesitamos para no seguir dependiendo de materias primas», apuesta Latorre.
Por Paula Leighton
Fuente: Diario El Mercurio
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