Andrés Aranda es Bioquímico de la Pontificia Universidad Católica de Chile y tras trabajar en el laboratorio de la Dra. Hana El-Samad, en la Universidad de California, San Francisco, descubrió que su camino sería la Biología Cuantitativa.
Desde el segundo año de su carrera universitaria, Andrés Aranda estuvo trabajando en el laboratorio. Al poco andar, ya sabía que sí o sí haría un postgrado en Estados Unidos, por lo que, con una firme determinación, todas sus acciones tuvieron la mirada puesta en este país.
Su camino comenzó en 2007, cuando entró a estudiar Bioquímica en la Pontifica Universidad Católica de Chile. En 2008, y mientras estudiaba, se integró a la Fundación Ciencia para la Vida para trabajar el laboratorio de Sebastián Bernales, estudiando la respuesta a proteinas mal plegadas (Unfolded Protein Response) en cáncer de próstata. “Cuando entré a la carrera, le mandé un mail a Sebastián diciéndole ‘entré a Bioquímica, tú eres bioquímico ¿puedo hablar contigo?’ Así que en segundo año empecé con trabajo de literatura y luego a hacer experimentos. Ya el último año le dediqué harto tiempo al laboratorio de Sebastián, más que a las clases”, afirma Aranda. Eso fue hasta 2010, cuando se licenció pero no se tituló, porque sabía que su meta era hacer un doctorado.
“Cuando estaba en la Fundación, Sebastián me pidió que lo ayudara a organizar los Science and Friendship, entonces cuando estaba en Chile estuve muy involucrado en recibir a la gente, en organizar la parte social del Science and Friendship y así fui haciendo conexiones con la gente de la Universidad de California, San Francisco (UCSF)”, que era una de las opciones de Andrés para viajar a Estados Unidos a trabajar, pues sabía que si quería entrar a un buen programa de doctorado en el país, necesitaba estar dentro del sistema americano y tener cartas de recomendación de laboratorios norteamericanos.
Con una buena red de contactos al hombro, en 2011 consiguió un trabajo en el laboratorio de la Dra. Hana El-Samad, donde estudiaban respuestas a estrés en levadura con una perspectiva de biologia de sistemas y en el que Andrés ayudó en distintos proyectos generando herramientas que les permitieran hacer preguntas biológicas cuantitativamente.
Cuando llegó el momento de postular a universidades para hacer el doctorado, tenía distintas opciones en carpeta y si bien fue aceptado en varias de las que postuló, finalmente, por motivos personales, se decidió por la Universidad de Stanford. Allí, se integró a un programa de Bioingeniería “porque teniendo un background estrictamente biológico, quería tener una formación más cuantitativa de lo que había tenido. Cuando estuve en el laboratorio de Hana, que hacían Biología de Sistemas, me di cuenta que necesitaba tener más habilidades cuantitativas de las que tenía y le fui agarrando el gusto a la biología cuantitativa (que utiliza herramientas derivadas de la física e ingeniería y el razonamiento matematico y de sistemas para hacer modelos predictivos de sistemas biológicos) y por eso también quería entrar en un programa que me obligara a pasar por toda la formación cuantitativa, así que terminé en Bioingeniería”, asegura.
Actualmente, Andrés está empezando su tesis doctoral en el laboratorio del Dr. KC Huang. El proyecto principal está relacionado a entender cómo el entorno de una bacteria determina su respuesta a un tratamiento antibiótico y agrega que “a lo que me refiero es que hemos visto en la literatura que se ha demostrado que cuando tomas antibióticos cambias la composición de tu microbiota y, aunque entendemos eso, hasta ahí llega nuestro conocimiento. No entendemos por qué algunas bacterias mueren y otras no, se supone que hay algunas que deberían morir y no mueren en el intestino, otras que no debieran morir, se mueren, entonces básicamente no entendemos cómo este micro ambiente está determinando si una célula puede vivir o no. Esa es la pregunta que yo y otros dos postdocs estamos tratando de entender”.
Pero, a diferencia de muchos otros investigadores chilenos, en el plan trazado por Andrés Aranda no hay un retorno a Chile marcado en el futuro cercano, y era algo que él sabía antes de viajar a EE.UU. “Científica y culturalmente tendría que cambiar mucho (Chile) y no creo que ese cambio vaya a ocurrir de aquí a 10 años o cuando yo vaya a ser profesor. Tampoco es una oda a USA, porque el Bay Area es una burbuja dentro de la experiencia estadounidense, lo mismo que podría ser Boston, Nueva York o San Diego, pero saliendo de acá tampoco, no me veo”, sentencia. Y aunque reconoce que los chilenos, en las áreas de las ciencias biológicas, tienen más experiencia en laboratorio en pregrado que en otros países, también asegura que falta más preparación para realizar carreras cuantitativas, que serían necesarias para hacer ciencia de vanguardia.
“Se genera mucha Big Data, muchos datos, pero no se es capaz de entender qué está pasando por detrás y es básicamente porque en general los científicos biológicos en Chile (y el mundo), no sabemos de álgebra lineal, no tenemos una buena formación en cálculo, no tenemos ninguna habilidad cuantitativa que vamos a necesitar para utilizar de buena forma las tecnologías que hoy día se nos están dando. No sólo si quieres hacer una carrera cuantitativa, si quieres hacer una carrera biológica necesitas tener una formación cuantitativa y no la tenemos. Y eso va a necesitar cambiar en los programas educacionales para ir a la vanguardia; creo que el sistema educacional de ciencias biológicas en Chile está perdiendo un poco el objetivo en dar habilidades que van a quedar obsoletas en 5 años más, al final nos están haciendo buenos técnicos, pero el técnico va a quedar obsoleto. Si no tienes gente que pueda innovar per se, es difícil hacer ciencia de vanguardia”, finaliza.
Por Daniela Abarca González
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